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lunes, 3 de febrero de 2014

Gastón Cornejo nos da su respetable opinión acerca de las ideas políticas del Nobel que visitó Bolivia." Concedo razón a Vargas Llosa en su afirmación que el estatismo a ultranza, fundamentalista, también cae en el mismo deplorable error. Entonces, importa privilegiar los valores éticos contra uno u otro sistema en sus falencias comprobadas."

En lugar de proferir pensamientos de baja estofa y denuestos inaceptables contra el Nobel, el escritor más relevante de nuestro tiempo, pero también el glosador más adherido al capitalismo devastador, bastan algunos párrafos del gran teólogo Leonardo Boff.

“Normalmente las sociedades se asientan sobre el siguiente trípode: la economía, que garantiza la base material de la vida humana para que sea buena y decente; la política, por la cual se distribuye el poder y se organizan las instituciones que hacen funcionar la convivencia social; y la ética, que establece los valores y normas que rigen los comportamientos humanos para que haya justicia y paz. A partir de 1834 en Inglaterra, la economía empezó a despegarse de la política y a soterrar a la ética. Surgió la economía de mercado y todo el sistema económico comenzó a ser dirigido y controlado por el mercado libre, sin control y sin límite ético. Un nuevo credo materialista que cree que todos los problemas se resuelven con una cantidad ilimitada de bienes materiales; la mano mágica del mercado. Como consecuencia nació un nuevo sistema social, nunca habido antes, donde no existe la sociedad, solo los individuos compitiendo entre sí. Todo se vuelve mercancía. Cualquier bien será llevado al mercado para ser negociado con vistas al lucro individual: productos naturales, manufacturados, cosas sagradas ligadas directamente a la vida como el agua potable, las semillas, los suelos, los órganos humanos” - yo agrego - el pensamiento, la palabra oral, la escrita, el canto, el arte, el aire, el mar, y todo cuanto el planeta Tierra posee, incluidos las otras especies acompañantes, la vegetación, los alimentos, la basura, las religiones, todo el conocimiento humano. 

Se impuso la cultura del capitalismo más feroz, ahora en su etapa imperialista, violenta y agresiva, para la acumulación obsesiva e ilimitada que debilita los valores sin los cuales ninguna sociedad puede considerarse humana: la cooperación, el cuidado, el servicio, el compromiso, el amor y, sobre todo, la veneración por la Madre Tierra pues los efectos socio – ambientales de esa mercantilización generalizada, son desastrosos, y vigentes hoy en el caos ecológico de la Tierra, el calentamiento global, la erosión, la desaparición de las especies la polución atmosférica, la destrucción de Gea Pregunto al escritor: ¿Quién controla al sistema que destruye a la Naturaleza en sus bienes esenciales? ¿Quién pondrá coto a la carrera armamentista nuclear que puede destrozar el planeta 25 veces? ¿Qué mercado imperialista dará equilibrio y justeza a la miserable economía de nuestras sociedades subdesarrolladas? Si es sabido y comprobado que las empresas transnacionales devoran todo lo que está a su paso sin umbral de límites éticos, permisibles a la mayor corrupción y venalidad garantizada por sus propias leyes, sistema despiadado y solo interesado en la ganancia y la acumulación del capital.

Concedo razón a Vargas Llosa en su afirmación que el estatismo a ultranza, fundamentalista, también cae en el mismo deplorable error. Entonces, importa privilegiar los valores éticos contra uno u otro sistema en sus falencias comprobadas. Contra el desastre de las privatizaciones inmorales nos queda siempre el rescate de la dignidad patria y la política ejemplar en honestidad y eficacia, el respeto al estado de derecho, a la norma legislativa independiente bien debatida, a la independencia de la justicia, a la libertad de palabra, la protección estatal irrestricta de los derechos fundamentales, y, sobre todo, la coherencia y veracidad del discurso político, el cuidado de la Madre Tierra, el diálogo constructivo, el gobierno del bien. Esa fue la cumbre ideológica socialista y el empeño humanista con que asumí el compromiso político el año 2005. 

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