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lunes, 2 de agosto de 2010

de los personajes del siglo número uno en letras y cultura y arquitectura José de Mesa recibe el homenaje de Pedro Shimose

sobre la vigorosa personalidad y la obra de José de Mesa escribe con pinceles dorados Pedro Shimose desde España

Devastadora, la enfermedad de Alzheimer aniquiló lentamente una de las mentes más prodigiosas de Bolivia. José de Mesa (La Paz, 30/03/1925–ídem, 23/07/2010) murió clínicamente de neumonía, pero este hombre vivía ausente de sí mismo desde hacía cuatro años. Colmado de honores, premios y condecoraciones, había sobrellevado durante diez años la indignidad de este mal degenerativo.

Se han escrito panegíricos y se han publicado declaraciones que hacen justicia a una vida fecunda, dedicada a la investigación, la enseñanza, la reflexión y la reinterpretación de nuestra historia, en general, y del arte andino, en particular. El estudio de los esposos Mesa, dedicado al arte boliviano en la Enciclopedia del Arte en América (vol. I, 1968), constituyó el inicio de una bibliografía impresionante: Escultura virreinal en Bolivia, 1972; Holguín y la pintura virreinal en Bolivia, 1977; Arquitectura andina, 1985; Museos de Bolivia, 1990; Monumentos de Bolivia, 1992, y El manierismo en los Andes, 2005, libros representativos de una obra inmensa, compendio de una paciente reelaboración de conferencias, artículos y ensayos publicados en revistas nacionales y extranjeras, a partir de 1956.

Hablar de José de Mesa es hablar de su esposa, Teresa Gisbert, arquitecta, historiadora, catedrática y crítica de arte. Es imposible disociarlos. Escribieron al alimón y publicaron, como coautores, una treintena de obras señeras en la historia del arte hispanoamericano. Decir los esposos Mesa es como decir los esposos Curie o los esposos Schumann. Recuerdo que recién llegado a La Paz, en mi época de estudiante universitario, yo oía hablar de “Pepe Mesa” (nadie lo llamaba José de Mesa) y de los “Espasa Mesa”, en alusión a la enciclopedia Espasa Calpe, pues el saber de la pareja Mesa–Gisbert era de veras enciclopédico (como autora independiente, Teresa Gisbert merece comentario aparte).

Arquitecto, urbanista, museógrafo, historiador, biógrafo, ensayista, crítico de arte, dibujante, conferenciante y catedrático, nadie mejor que sus discípulos para valorar sus cualidades como profesor. Marcela Inch, Pedro Querejazu, Gastón Gallardo y Alcides Parejas Moreno han puesto de relieve su vocación docente, sus valiosos estudios sobre el barroco mestizo americano, su aporte renovador a la historiografía boliviana, sus dotes de conversador “ameno, incisivo, irónico y, a veces, hiriente” y su reivindicación del carácter mestizo de nuestra cultura.

De sus dibujos y ensayos literarios se habla poco. Su novedoso Manual de Historia de Bolivia, de 1958, (escrito por él, Teresa Gisbert y Humberto Vázquez Machicado) incluyó unos dibujos originales de José de Mesa, de trazo ágil y vigoroso. Ellos contribuyeron, en parte, a la popularización del nuevo manual que barrió a los de Camacho y Giebel que por entonces leíamos en las escuelas y colegios.

Escribió muchos ensayos y biografías relacionados con la literatura: América en la obra de Cervantes (1966), Arzans de Orsúa y Vela, el historiador potosino del siglo XVII (1955) y José Joaquín de Mora (1956), por ejemplo. Excelente expositor, su erudición lo desbordaba. En 1996 lo vi por última vez. Presentó, entonces, la magna exposición El retorno de los ángeles, en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Su conferencia fue magistral, porque eso era él: un maestro.

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Escritor
Pedro Shimose