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miércoles, 3 de noviembre de 2010

"voy a morir con la pluma en la mano" está en todos los diarios el discurso de Vargas Llosa al presentar hace pocas horas en Madrid su última obra

El flamante Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa presentó el miércoles su nueva novela "El sueño del celta" y reconoció que el premio le ha cambiado la vida, pero no sus ansias de seguir escribiendo.

"Voy a seguir hablando, escribiendo. Es el placer supremo", dijo Vargas Llosa en una multitudinaria rueda de prensa en la Casa de América de Madrid. "A mí me encontrará la muerte con la pluma en la mano".

Vargas Llosa, de 74 años, comparecía de nuevo ante los medios tras la concesión del Nobel y lo hacía en Madrid, su lugar de residencia, donde la prensa lo recibió con una sonora ovación.

El autor peruano, que también posee nacionalidad española, reconoció que el galardón ha dado un vuelco a su vida y le ha obligado a aparcar, de forma transitoria, sus proyectos de trabajo más inmediatos.

Aseguró que sufre el acoso constante de las entrevistas, que las rutinas diarias que tanto adora han saltado por los aires y que apenas duerme dos o tres horas al día.

"Nunca estuvo entre mis aspiraciones literarias ganar el Nobel", manifestó. "Mi aspiración es escribir buenas novelas, que se leyeran como yo he leído libros que me han cambiado la vida".

Sobre el esperado discurso de aceptación del Nobel, que recibirá el próximo 10 de diciembre en Estocolmo, Suecia, prefirió de momento "guardar el secreto" sobre su contenido.

Vargas Llosa sí desmenuzó los entresijos de "El sueño del celta", su primera novela en casi cinco años y una de las más esperadas. El libro salió a la venta simultáneamente en España, América Latina y Estados Unidos con una tirada inicial de 500.000 ejemplares y se espera que la obra sea traducida a 20 idiomas diferentes.

La novela está inspirada en un hecho real, la colonización del Congo Belga e Africa _ actual República Democrática del Congo _ a finales del siglo XIX y principios del XX, y un personaje también real, el irlandés Roger Casement, uno de los primeros europeos en denunciar las barbaridades que se estaban cometiendo en el continente africano.

A partir de la historia, Vargas Llosa fabula una novela que mezcla episodios y personajes reales y ficticios para narrar la peripecia vital de Casement, un personaje que, según Vargas Llosa, fue "muchos personajes a la vez".

Sus informes sobre los horrores del colonialismo en sus viajes al Congo y la Amazonía sudamericana sacudieron la conciencia de Europa. Pero a la vez, su militante nacionalismo irlandés le enfrentó con Inglaterra y le costó la vida y, en la intimidad, unos diarios de veracidad todavía dudosa desvelaron una tendencia homosexual intolerable para la moral imperante en la época, que terminó por ocultar su legado.

"Esa doble condición de héroe y de ser común corriente, falible, con sus debilidades, me atrajo mucho a la hora de construir una novela a partir de su biografía", afirmó el escritor.

"Una de las enseñanzas de lo que significa la vida de Casement es que cuando desaparece toda forma de legalidad y se restablece la ley del más fuerte brota la barbarie, el salvajismo y unos extremos de crueldad que llegan a ser vertiginosos", añadió.

Como suele ser habitual, Vargas Llosa también respondió a varias cuestiones de la agenda política latinoamericana. Sobre la nueva presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, pronosticó que seguirá la estela de su antecesor Luiz Inácio Lula da Silva, pero le pidió que sea "menos complaciente" con algunas dictaduras de la región.

Además, el novelista sudamericano calificó de "trágica" la muerte del ex presidente argentino Néstor Kirchner, pero afirmó que Argentina no saldrá de la crisis en la que vive inmersa hasta que no se supere el "peronismo" como única fórmula para hacer política.

solamente los bastardos e hijos de éstos se sintieron ofendidos cuando Mario Vargas Llosa recibió el Nobel de Literatura

La política y los premios Nobel

Marcelo Ostria Trigo

Un diplomático boliviano que estuvo destinado en Suecia hace diez años me dijo que estaba sorprendido de que Mario Vargas Llosa hubiera sido premiado este año con el Nobel de Literatura, porque entonces se decía que nunca el escritor peruano, pese a sus merecimientos, lo ganaría por sus ideas conservadoras. No lo dijo con desencanto; por el contrario, piensa que el galardón al escritor peruano es merecido y constituye un orgullo para las letras hispanoamericanas.

Esto hace recordar que, durante muchos años, el escritor argentino Jorge Luis Borges, “uno de los autores más destacados de la literatura del siglo XX”, fue candidato al Premio Nobel de Literatura y que, invariablemente, no le fue adjudicado, dizque por su alineamiento político con la ‘derecha’. Por eso, cuando se le otorgó el premio a Vargas Llosa, en unos pocos círculos de ‘intelectuales’ muy ‘progres’, hubo silencio o berrinche. Y cuando hay berrinche, hasta al más pintado le sale el disparate, especialmente cuando es resultado de sectarismos que también salen a relucir como expresión de una poco disimulada envidia.

Hay habilidad en ciertos círculos de extremistas para presentar a quienes tienen diferencias políticas con ellos como facinerosos que no merecen reconocimiento alguno –aunque sus obras sean admirables–, porque subyace en esas obras el pensamiento político que no comparten. Sectarismo y del más conspicuo.

Un escritor, que debe ser de los buenos a juzgar por los premios que le concedieron, pero cuya obra no fue difundida aquí, se lanza a la crítica del Premio Nobel de Literatura concedido a Mario Vargas Llosa. Por supuesto que no es de esperar que todos estén de acuerdo con la obra de un premiado con el Nobel. Siempre hubo –y habrá– criterios dispares. Pero cuando el argumento para oponerse trasciende el campo en el que se concede el premio –en este caso el literario– es señal de obcecación e inclusive, en este caso, de patrioterismo.

Veamos: el escritor argentino Federico Andahazi considera que el Nobel de Literatura concedido a Mario Vargas Llosa es “una injusticia muy grande más allá de los méritos literarios de su obra”. Y añade: “Si uno, por ejemplo, compara lo que pasó con (Jorge Luis) Borges, a quien no le dieron el Premio Nobel por cierta actitud de derecha, la conclusión es que es injusto que ahora se lo den a Vargas Llosa”. Poco hay que decir sobre esta torpeza.

El Premio Nobel de Literatura se concede a un escritor por su obra, no por sus ideas políticas que, en cualquier caso, son respetables y no cuentan en la calificación imparcial de los méritos literarios. “Aquello que no se le perdonó a Borges –dice Andahazi–, se le perdonó en demasía a Vargas”, que “es una persona que mantiene posiciones mucho más extremas que el propio Borges y uno se pregunta por qué se le disculpa eso”. Pero, ¿acaso la Academia Sueca debe ‘perdonar’ las ideas de un candidato? ¿Es sensato decir que, si no le ‘perdonaron’ a Borges ser conservador o de ‘derecha’, no se debía ‘perdonar’ a Vargas Llosa? O sea que una injusticia debe mover a otra. Todo esto, pese a que Andahazi hace una mención que equivale al reconocimiento de los merecimientos de Vargas Llosa: “Más allá de sus méritos literarios”, dice.

Objetar un premio con semejantes argumentos es prueba de sectarismo. Borges mereció el Nobel e injustamente no se lo dieron. Mario Vargas Llosa lo merecía, y ahora, con justicia, se lo concedieron.