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sábado, 30 de abril de 2011

Sábato reconocido a nivel mundial era un candidato favorito al Nobel de Literatura. recibió el reconocimiento de las letras hispanas, en Italia, Francia, y por supuesto latinoamérica. trabajó por el retorno de la democracia

La literatura argentina despide a uno de sus íconos populares. El escritor Ernesto Sábado murió esta madrugada a los 99 años en su casa de Santos Lugares. Autor de "El túnel", "Sobre héroes y tumbas" y "Abaddón el exterminador", entre otras obras, también fue uno de los rostros emblemáticos del regreso democrático, al encabezar la Conadep.

El fallecimiento fue confirmado por su colaboradora, Elvira González Fraga. "Hace quince días tuvo una bronquitis", contó en diálogo con Radio Mitre. "Estaba sufriendo hace tiempo, pero todavía pasaba algunos momentos buenos, principalmente cuando escuchaba música", le contó al canal de cable Todo Noticias.

Según informaron allegados, el velatorio se realizará a partir de las 17 en el clubDefensores de Santos Lugares. Allí, Sabato disfrutaba por las mañanas de encendidas partidas de dominó.

Testigo y paradigma de su tiempo, la figura de Sabato adquirió una dimensión diferente luego de la dictadura militar con su labor al frente de la Conadep (Comisión Nacional de Desaparición de Personas). 

Lejos de asumir un rol incontrastable, el autor de la trilogía de novelas "El Túnel" (1948), "Sobre héroes y tumbas" (1961) y "Abbadón el exterminador" (1974) fue un escritor y un ser humano polémico, cruzado por sus propias contradicciones, presentes en algunos de sus personajes literarios.

"Nunca me he considerado un escritor profesional, de los que publican una novela al año. Por el contrario, a menudo, en la tarde quemaba lo que había escrito a la mañana", declaró una y otra vez para referirse a esa obra que marcó las generaciones del 60 y 70 y se desdibujó cuando sus ojos comenzaron a fallar, para ser reemplazada por la pintura

Sus escritos finales, que incluyen memorias y crónicas de la vejez, constituyen su postrera despedida con la escritura, más allá de algún destello vital como la conmovedora confesión de amor a su colaboradora Elvira Fernández Fraga, hoy al frente de la fundación que lleva su nombre.


Su figura recobró fuerza como portavoz de valores añorados por una sociedad atravesada primero por la dictadura militar y luego por el neoliberalismo de los 90. Su mensaje se concentró en los jóvenes: "Sólo quienes sean capaces de encarnar la utopía -dijo- serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido". 

Sabato había nacido el 24 de junio de 1911 en la ciudad bonaerense de Rojas. Iba a ser homenajeado mañana en la Feria del Libro por el Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires, ya que este año iba a cumplir 100 años.


Durante su larga trayectoria, por solicitud del entonces presidente Raúl Alfonsín presidió entre 1983 y 1984 la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), cuya investigación, plasmada en el libro Nunca Más, abrió las puertas para el juicio a las juntas militares.


Sabato en 1984 recibió el premio Miguel de Cervantes, máximo galardón literario concedido a los escritores de habla hispana, por lo cual fue el segundo escritor argentino en recibir este premio, luego de Jorge Luis Borges en 1979.


En 1975, Sabato obtuvo el premio de Consagración Nacional de la Argentina y un año más tarde se le concedió el premio a la Mejor Novela Extranjera en Francia, por Abaddón el exterminador.


Luego, en 1977 Italia le otorgó el premio Medici y al año siguiente le otorgaron la Gran Cruz al mérito civil en España, y en 1979 fue distinguido en Francia como Comandante de la Legión de Honor. 

domingo, 24 de abril de 2011

Grondoña uno de los más grandes críticos de Argentina se refiere a la visita de Vargas Llosa y el mensaje que ha dejado evitar el dilema


Al pasar por Buenos Aires, Mario Vargas Llosa nos deslumbró con su brillo literario y su convicción filosófica en torno de la libertad. Tanto su conferencia inaugural en la Feria del Libro como el diálogo que mantuvo después con Jorge Fernández Díaz abrieron anchos caminos al pensamiento. Pero no sólo en sus apariciones públicas sino también en sus conversaciones privadas el ilustre visitante nos dejó, además, un valioso mensaje político porque, en un clima amistoso que fue posible porque la Presidenta, en un gesto que la honra, criticó al director de la Biblioteca Nacional Horacio González que había pretendido censurarlo, repitió un consejo que adquirió el valor de una advertencia para los argentinos: "Tengan ustedes cuidado, no sea que les pase en octubre lo que hoy nos pasa en Perú". El premio Nobel de Literatura nos critica precisamente porque nos quiere, que es lo que hacen los verdaderos amigos. ¿Cuál es entonces su mensaje político? Que evitemos, cuando todavía estamos a tiempo, el dilema que hoy desgarra a los peruanos.
La historia contemporánea del Perú es aleccionadora. Entre 1985 y 1990 gobernó al país hermano un presidente demagógico, Alan García. En ese entonces, los populistas argentinos voceaban en nuestras calles: "¡Qué lindo sería un presidente como Alan García!". Pero hacia 1990, el Perú se hundía en medio de la hiperinflación y la amenaza subversiva de Sendero Luminoso. Los peruanos eligieron a continuación, por dos períodos, a Alberto Fujimori, quien después de rectificar el rumbo económico y derrotar a Sendero Luminoso cedió a las tentaciones gemelas del autoritarismo y la corrupción, lo que le valió una condena de 25 años que aún está purgando. Aleccionados por esta dura experiencia, los peruanos eligieron en 2001 a un presidente gris pero serio, Alejandro Toledo. Entre 2001 y 2006, Toledo reencaminó al país por la senda de la democracia y el desarrollo económico, una senda que su sucesor, un "segundo" Alan García convertido a la responsabilidad, confirmó hasta un punto tal que hoy Perú figura a la cabeza de los países latinoamericanos más exitosos, incluso por delante del Brasil de Cardoso-Lula-Rousseff, del Chile que pasó sin temblores de la Concertación Democrática de centroizquierda al gobierno de centroderecha de Sebastián Piñera y de un Uruguay que ostenta un gran progreso económico y social en el transcurso del período de veinticinco años que inició Julio María Sanguinetti en 1985 y que ahora remata, después de sucesivos gobiernos democráticos, el presidente José Mujica ("Pepe").
¿De dónde proviene, entonces, la advertencia de Vargas Llosa a los argentinos? De que teme que su país pueda perder las conquistas iniciadas por Toledo y continuadas por el "segundo" Alan García en las elecciones presidenciales que culminarán el próximo 5 de junio y de que también teme, al advertir similitudes políticas entre su país y el nuestro, que nosotros reiteremos el "error peruano" de aquí a seis meses.
¿De quién es la culpa?
Lo mismo que el nuestro, el método peruano consiste en una elección presidencial de dos vueltas. En la primera vuelta del Perú, cinco candidatos sobresalieron, tres de ellos en continuidad con la línea Toledo-García: el ex presidente Toledo, su ex ministro de Economía Pedro Kuczynski y el alcalde de Lima Luis Castañeda. Sus votos, si hubieran sabido sumarlos, habrían llegado al 44 por ciento del total. Pero los dividieron entre ellos tres. El candidato "chavista" Ollanta Humala alcanzó, así, el 32 por ciento, en tanto que Keiko Fujimori, la hija del ex presidente hoy preso, obtuvo el 24 por ciento, lo cual quiere decir que el 5 de junio los peruanos sólo podrán decidir entre dos males: el chavismo de Humala y la tradición autoritaria de los Fujimori, lo cual, al decir de Vargas Llosa, será como elegir entre "el cáncer y el sida" aunque, ante esta situación límite, el premio Nobel escogerá a Humala sobre Fujimori, cuyo padre había derrotado al propio Vargas Llosa en unos comicios anteriores.
Humala, para seducir al 44 por ciento que apoyó a la línea Toledo-García, ahora dice que su modelo ya no es Chávez sino Lula. ¿Es creíble? ¿Humala podrá repetir la conversión del propio Alan García hace cinco años? Esta es una pregunta aún sin respuesta. Pero hay otra pregunta cuya respuesta es posible y que apunta, además, al corazón del dilema argentino: ¿quién ha tenido la culpa por el riesgo que ahora corre Perú? ¿Su pueblo o sus dirigentes?
Si el 44 por ciento de los peruanos viene de votar por la línea Toledo-García, ¿podrá echárseles la culpa a los votantes por la encrucijada en la que ahora se encuentra Perú? ¿O son, al contrario, sus dirigentes, y en especial los tres más esclarecidos entre ellos, los verdaderos responsables? ¿Cómo al menos dos de ellos no tuvieron la grandeza de pensar en su país y no en sus ambiciones personales? Julio César, que terminaría sus días asesinado como dictador, dijo un día que prefería ser el primero en una aldea que el segundo en Roma. ¿Es éste el mismo síndrome que no han sabido superar Toledo, Kuczynski y Castañeda? Es la obstinada negativa a ser el número dos de un frente más amplio, o de retirarse de la contienda en beneficio del conjunto si ello es necesario, la que ahora afecta a los mejores candidatos peruanos a dos mil años de Julio César? ¿Qué culpa se les puede achacar entonces a los ciudadanos peruanos, si la mezquina tozudez de ser los primeros en sus respectivas "aldeas" antes que los segundos en Roma habría que asignársela a sus dirigentes, precisamente a quienes tenían la responsabilidad de conducirlos?
Segundos en Roma...
Con una intención electoral que ronda el 40 por ciento, Cristina Kirchner sobrepasa por ahora fácilmente a cada uno de los candidatos opositores pese a que ellos, reunidos, podrían sumar el 60 por ciento. ¿Muestran hasta ahora un Alfonsín, un Macri o un enigmático Reutemann, para mencionar sólo a algunos de los precandidatos, la generosa voluntad de resignarse a ser, llegado el caso, "los segundos en Roma" o reiterarán, finalmente, el error peruano?
El dilema que enfrentarán los argentinos de aquí a seis meses parece acercarse al drama actual de los peruanos porque, así como la elección del 5 de junio los pone a ellos frente a candidatos institucionalmente disfuncionales , ya que ninguno garantiza la república progresista que habían fundado Toledo y el segundo Alan García, también entre nosotros aquellos que compitan el 23 de octubre serán heterogéneos con el kirchnerismo porque, sea quien fuere el principal candidato opositor, y aun cuando puedan exhibir fallas de gestión, todos ellos son confiables desde el punto de vista republicano, algo que el kirchnerismo no es.
Y en esto reside el "dilema argentino": no en si Alfonsín, Macri, Reutemann o el principal candidato opositor que resulte, será más o menos "eficiente", sino si entre todos sabrán urdir la trama capaz de contener el "hiperpresidencialismo" hegemónico de los Kirchner. Si se advierte que el 23 de octubre no estará en juego una conducción económica , ya que el "viento de cola" continuará soplando a favor de la Argentina por varios años más, sino una definición institucional que resuelva la encrucijada entre una democracia republicana y un despotismo antirrepublicano. Si se cree que ésta es la verdadera disyuntiva que se nos está por ofrecer, ningún esfuerzo de unidad opositora será desdeñable. En caso de que nuestros políticos no acierten a verlo así, la advertencia que nos dirigió Vargas Llosa a su paso por Buenos Aires habrá resultado tan lúcida como vana.

miércoles, 20 de abril de 2011

Por fin llegó Vargas Llosa a Buenos Aires cuya visita había sido discutida por el Director de la Biblioteca Nacional Horacio Gonzáles que se desdició de su primera declaración

El escritor peruano y Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, ofrece este jueves la primera conferencia magistral de la Feria del Libro de Buenos Aires, un hecho que no ha estado exento de controversia.
Semanas antes de su llegada, un grupo de intelectuales argentinos instó a los organizadores a que no permitiesen que el peruano fuese quien abriese las actividades de la feria.
Acto seguido, condenas en la prensa, enfurecido debate a favor de la libertad de expresión en las redes sociales, y hasta hubo intervención presidencial en el incidente.
Horacio González, director de la Biblioteca Nacional y la cara más visible de la carta pública de los intelectuales que pedían que Vargas Llosa no efectuase la inauguración cree que "los medios de comunicación montaron algo que no existía, al mostrar un país con limitaciones a la libertad de expresión".
"Nunca nos opusimos a su presencia. Él es un escritor muy leído en todo el mundo, sobre todo en América Latina. Yo mismo he sido su asiduo lector (…) Probablemente más que sus adherente actuales", dijo a BBC Mundo González. Nacional.
"Lo que hicimos fue mostrar una posición crítica a su participación en una actividad preparada por una fundación política de derecha que se unió a la inauguración de la Feria", agregó.
En su carta pública original, revisada nuevamente para efectos de esta nota, González indicó que "para la inauguración hay numerosos escritores argentinos que pueden representar acabadamente un horizonte común de ideas, sin el mesianismo autoritario que hoy aqueja al Vargas Llosa de los círculos mundiales de la derecha más agresiva".
Y añade, dirigiéndose a los organizadores de la Feria: "Lo invito a que reconsidere esta desafortunada invitación que ofende a un gran sector de la cultura argentina y que junto a las respectivas comisiones directivas de la Fundación El Libro determine que la conferencia de Vargas Llosa –que podríamos escuchar con respeto en la disidencia- se realice en el marco de la Feria pero al margen de su inauguración".Gustos y digustos
Al ver que sería el escritor peruano el que marcaría el inicio de la feria del Libro, explica el director de la Biblioteca Nacional, "hubo muchos que pensamos que la feria debería mantener cierta neutralidad".
El Premio Nobel de Literatura ha sido abiertamente crítico de los llamados gobiernos "progresistas" de América Latina y en el caso específico de Argentina dijo en 2009 que la presidenta Fernández era "un desastre".
"Él es un personaje polémico; le gusta polemizar, y con el cual nos gusta polemizar", aseveró González.
El escritor peruano no inaugura ahora la Feria del Libro (es este miércoles), pero sí dará la primera conferencia magistral. Y desde principios de la semana ha estado expresando su punto de vista al revuelo que precedió su llegada a Buenos Aires.
"Me parece triste que intelectuales, colegas que han padecido la censura, la practiquen. Me entristece, me desconcierta…", señaló Vargas Llosa en una entrevista con el diario argentino La Nación.

Y en otra entrevista otorgada al diario Clarín, dijo: "Al director de la Biblioteca Nacional le diría que los intelectuales tienen que estar abiertos al disenso. Su posición revela una intolerancia que creo lamentable, lo menos que se le puede pedir es respetar el principio de la diversidad…".
La respuesta de González es directa: "Vargas Llosa está acostumbrado a este tipo de polémica, a generar situaciones que son tomadas como excusa para sentirse víctima o censurado, un rasgo que me disgusta de él, así como valoro otras cosas".
"Y es que Argentina está en un momento político vinculado a las elecciones donde cualquier expresión vinculada al ejercicio de la reflexión crítica, forma parte de un clima sobrecargado de interpretaciones. Y la observación crítica que hicimos sobre Vargas Llosa fue tomada de una manera por los grupos que lo apoyan en la derecha mundial", dijo el director de la Biblioteca Nacional.¿Habrá nueva respuesta?
Cuando surgió la polémica, a principios de marzo, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner intervino personalmente en el asunto.
"Ella me llamó y dijo que entendía nuestro planteamiento pero que estaba preocupada porque se había desbordado hacia una zona que nadie quería", indicó González.
"Lo tomé como una observación necesaria", aseguró.
Vargas Llosa ya dio una charla, este lunes, al margen de la Feria, en un evento político al que concurrió buena parte de la oposición en Argentina.
Su charla de este jueves será seguida no sólo por los asistentes sino por la propia intelectualidad que en el espectro político está del otro lado de la acera.
Y González advirtió que una vez escuchada la conferencia, "tengo ganas de responder, de escribir algo".
(El texto corresponde a una publicación de BBC Mundo)

miércoles, 13 de abril de 2011

Parto difícil fue dar a luz el primer libro. La Edad del Tiempo que Joaquín Copa Sandima acaba de poner en mis manos y que intentaré glosar en varias entregas.

La edad del tiempo es un estudio para definir el significado de la palabra tiempo. es el resultado de una investigación de 20 años que incluye pláticas, encuestas, encuentros con universitarios, matemáticos y compañeros de trabajo. el propósito inicial no era escribir un libro, sino que mis discusiones acerca del tiempo se hicieron muy frecuentes y como parecían interesar a numerosas personas, las escribí y se fueron reuniendo en lo que hoy es el volumen que tienes entre las manos. Joaquín Copa Sandima. (colección Arte y Parte) editorial artnovela.com.ar


Como lo anunciamos Copa Sandima acaba de dar a luz su primer libro que como toda obra primeriza tuvo que esperar varios años antes de nacer abarca 208 página con amplia bibliografía de autores como Julio Lucas Jaime, más conocido como Brocha Gorda, de Miguel de Cervantes Saavedra, de José Zorrilla de San Martín, de la enciclopedia boliviana de Jesús Lara, de Carlos Mecinacelli, de Benjamín Torrico Prado, de Paredes Candia, de Gabriel García Márquez, de Richard Ellis, de Juan Ramón Jiménez, de Bartolomé de las Casas, de Marín Heidegger, de Homero, de Miguel de Unamuno, de Eduardo Burman, de Juan de Betanzos, de Lowis Pauwels y Jacque Bergier y de Claes Lindskog para no citar sino las primeras 20 obras consultadas por el autor, quién siendo un humilde carabinero (soldado de policía en Bolivia) se enamoró de una misionera sueca con quién formó pareja, se trasladó a Escandinavia tuvieron 4 hijos. Joaquín aprendió el difícil idioma sueco que lee y conversa con fluídez y se dio el tiempo necesario para adentrarse en lectura serias religiosas, tradicionales, existencialistas, históricas y teológico filosóficas.


Autodidacta aprendió por su cuenta. su vida la ocupó en Bolivia cultivando la tierra y pastando llamas y ovejas, en Suecia como soldador, eventual agricultor y hasta constructor (albañil y carpintero) después de casi cuatro décadas perdió a su compañera y se trasladó del campo a la ciudad. Trabamos amistad y desde hace varios años celebramos encuentros matizados por los libros, la literatura, la religión y cuándo no Bolivia y toda su problemática existencia. (Primera entrega. Presentación. Segunda: Reflexiones sobre el tiempo.

domingo, 10 de abril de 2011

iré a votar con miedo" sostiene Mario Vargas Llosa que votará junto a casi 30 millones de peruanos para tener un nuevo gobierno. su análisis es descarnado por momentos dramático


Las elecciones cuya primera vuelta tendrá lugar hoy en el Perú son herederas de esto que va siendo ya una tradición. El miedo o pánico se ha apoderado de un importante sector de la población, esta vez ante la posibilidad de que pasen a la segunda vuelta dos opciones autoritarias, la de Ollanta Humala, que hoy se alzará con el primer lugar, y la de Keiko Fujimori, que en los dos sondeos serios que circularon privadamente el jueves (no se pueden publicar sondeos en el Perú desde hace una semana) estaba en segundo lugar, por delante de Pedro Pablo Kuczynski y Alejandro Toledo. Otros sondeos indican que Toledo va segundo, pero a estas alturas es imposible pronosticar nada, excepto una cosa: que si Alejandro Toledo pasa a segunda vuelta, habrá sido por miedo. No por entusiasmo -despierta muy poco en el conjunto del país- ni por un plan de gobierno -que es un popurrí de banalidades semipopulistas-, sino porque se lo percibe, muy probablemente con razón, como el único de los tres demócratas con posibilidad real de alcanzar el gobierno y, por tanto, impedir el triunfo de la opción autoritaria.
Votaré hoy -en Washington- por aquel de los tres candidatos demócratas -Toledo, Kuczynski o el ex alcalde Luis Castañeda- que en el último sondeo fiable esté mejor colocado. Sospecho, como muchos, que Castañeda no puede ganar porque va demasiado rezagado; que Kuczynski difícilmente derrotaría a Humala en segunda vuelta, porque el enfrentamiento entre el blanco y el cholo, el rico y el pobre, que es como se plantearía, primitiva y falazmente, ese duelo, llevaría al poder al populista autoritario, y, por último, que, con sus muchas flaquezas y a pesar de una campaña equivocada que disparó contra los otros demócratas y descuidó a los verdaderos enemigos durante muchos meses, Toledo puede ganarle a Humala y preservar las cosas buenas que ha logrado el Perú. Pero no sabremos, hasta último minuto, cuál de los tres está mejor colocado y sería absurdo negarle a quien lo esté los votos que pueden ser decisivos para impedir que Keiko Fujimori entre a la segunda vuelta. Por eso, el que puntúe mejor de los tres demócratas -aun sabiendo los riesgos de unos y otros frente a Humala en la segunda vuelta- es el que merece el voto de quienes queremos impedir el regreso al pasado o el salto al vacío.
Ya ven, todas mis consideraciones están dictadas por el miedo. Como lo están las de esos miles de peruanos que en las últimas dos semanas se movilizan, en las calles, las redes sociales y los medios, con el afán casi exclusivo de impedir el pase de Fujimori a la segunda vuelta para lograr que un demócrata se enfrente a Humala en el balotaje. ¿En qué otro país latinoamericano se ve hoy en día, o se ha visto en tiempos recientes, una elección planteada en términos parecidos? En ninguno.
Cuando Felipe Calderón, líder del PAN, le ganó a López Obrador en México, casi ningún votante del actual presidente le dio su apoyo en las urnas haciendo de tripas corazón y por puro temor al PRD. Ese temor existía, pero el voto del PAN era el voto de un partido tradicional, institucionalizado y con arraigo, que representa una amplia y antigua corriente social. En Brasil, en el voto por la continuidad del PT se mezclaban la base amplia de esa agrupación, los votantes agradecidos, sobre todo en el nordeste, por la billetera generosa de la administración Lula, y un sector de clase media que cree que la izquierda ha madurado definitivamente. Incluso, cuando ganó Lula en 2002 se puede decir que el miedo no fue el factor determinante: si lo hubiera sido -y había mucho miedo-, Lula no habría perdido.
No se diga nada de Chile, donde no creo que fuera preponderantemente el miedo a la derecha -que también era muy grande en un amplio sector- el que permitió a Lagos y a Bachelet, por ejemplo, hacerse con el triunfo en su momento. La Concertación tenía una amplísima base social, la clase media se sentía cómoda con ella y muchos de los votantes tenían un desencuentro ideológico con las opciones conservadoras. Por tanto, no era el miedo el factor determinante, aun cuando un sector temiera a la derecha. Tan no lo era, que Piñera pudo finalmente ganarle a la Concertación un tiempo después.
En el Perú ya no existen equivalentes a los grandes partidos o las coaliciones con arraigo y tradición de votantes que hay en buena parte de América Latina. En esto, el país que se moderniza aceleradamente en tantos otros aspectos es todavía premoderno. Los partidos, víctimas de la desinstitucionalización atroz del Perú durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX, no existen. Ni siquiera el Apra, el gran partido de Haya de la Torre, ha podido sobrevivir dignamente: en esta elección no lleva candidato presidencial y de no ser por Alan García su votación, hace cinco años, habría sido misérrima. Mientras que el PAN mexicano, el PT brasileño o la Concertación chilena, para poner tres ejemplos de grupos que gobiernan o han gobernado hasta hace poco, sacan votaciones importantes sea quien sea el candidato y dan a los comicios una cierta previsibilidad, el Apra peruano, a pesar de ser gobierno, hoy lucha desesperadamente para superar la barrera del cinco por ciento que le permita tener representación parlamentaria.
No se diga nada del viejo partido -Acción Popular- del ex Presidente Fernando Belaunde o del propio Partido Popular Cristiano, que habiendo hecho un gran esfuerzo para institucionalizase ni siquiera pudo ganar la alcaldía metropolitana en Lima, en su supuesto bastión, y fue derrotado por la actual alcaldesa, una mujer admirable que no tenía ningún aparato real detrás suyo. El partido de Toledo es básicamente un montón de militantes sin doctrina ni estructura que se sentaron cinco años a esperar que Toledo regresara del extranjero a ser candidato, a ver si los arrastraba al poder. Y el de Humala es tan invertebrado que tras la última elección presidencial la mitad de los congresistas electos bajo su sombrilla lo abandonaron.
No es este el lugar para explorar las raíces históricas -culturales, económicas- de la fuerte desinstitucionalización actual del Perú. Pero la crisis de partidos y liderazgos nace de allí. Por tanto, la política carece de vehículos que puedan canalizar expectativas, sentimientos, ideas o simples humores sociales. Por ello, en cada elección estos elementos desbordan a los partidos y aparecen caudillos con arraigo que despiertan el temor y la incertidumbre.
Cuando en 1990 Mario Vargas Llosa fue candidato presidencial, perdió la elección por el miedo. Un miedo de dos tipos: primero, el miedo al plan económico de liberalización y privatización, paradójico cuando se vivía una hiperinflación y una parálisis económica que eran fruto de muchos años de políticas estatistas; segundo, el miedo al que la propaganda oficial había convertido en el "blanco", el "extranjero", el "rico". Nadie tenía entusiasmo real y convencido por Fujimori, a quien no sólo no conocían, sino del que, además, había vagas referencias delictuosas. Pero el pánico a quedar en manos del enemigo del Perú fue más fuerte que el miedo a lo desconocido.
A comienzos de 2000 surgió Toledo. Más tarde se convirtó en líder de la movilización democrática, a raíz del fraude electoral cometido contra él por Fujimori. Pero Toledo había estado ausente, durante toda la década, de la lucha democrática, limitándose más bien a hablar de "construir el tercer piso" del edificio fujimorista. Logró que un sector importante de peruanos se identificara con él básicamente por razones culturales y fue sólo a raíz del fraude y su respuesta valerosísima al declararse en rebeldía que lo catapultó la oposición a la cabeza indiscutible de la resistencia. Pero era tan poca la identificación de ideas que bajo su sombrilla estaban desde la derecha liberal hasta la extrema izquierda, en amalgama imprecisa y efímera. El miedo a que Fujimori se quedara para siempre lo había hecho líder. Luego, en 2001, a la caída de la dictadura, el miedo al propio Toledo, una vez que el fuego cruzado de la campaña lo despintó un tanto, hizo que cayera su voto a un tercio de la población. Se alzó en segunda vuelta con la victoria por el miedo. El miedo a Alan García, que era todavía el anticristo.
Fue, a su vez, Alan García el que cobró el salario del miedo cinco años después, es decir, en 2006, cuando, en una caprichosa carambola del destino, le tocó estar frente a Humala en la segunda vuelta. Su apoyo en la primera vuelta había sido modesto: uno de cada cuatro electores. Pero millones de personas -incluido yo- votamos por Alan García con buena dosis de angustia en la segunda vuelta, porque cabía la remota posibilidad de que hubiese aprendido la elección después de tanta calamidad, mientras que con Humala, al que Hugo Chávez apoyó y financió en ese entonces abiertamente, no había ninguna duda de hacia dónde íbamos.
Hoy, volvemos a estar movidos por el miedo. Cuando vaya a votar al George Mason High School, en Falls Church, Virginia, esta mañana, será la primara vez que lo haga fuera del Perú. Votaré, tengo pocas dudas, en un ambiente donde los votantes de Humala y de Fujimori serán minoría y en el que el grueso de la votación se la repartirán los tres candidatos democráticos. La razón es sencilla: los emigrantes peruanos saben mejor que nadie lo que la combinación de sistema político democrático y economía abierta puede hacer por un ciudadano desfavorecido. Del mismo modo que en 1990 Mario Vargas Llosa ganó en el extranjero, en 2006 Lourdes Flores ganó en el extranjero, hoy ganará en el extranjero alguien que con toda seguridad no será Humala.
Hay más de 700 mil votantes peruanos -un cuatro por ciento de los votos- en el exterior, de un total de casi tres millones de peruanos, la gran mayoría de modesta condición, que emigraron. Son tantos, que seis de cada 10 peruanos tiene un pariente muy cercano fuera del Perú. Para ellos -para nosotros- es especialmente difícil aceptar lo que sucede en estos comicios. Porque vemos desde la atalaya privilegiada del primer mundo el progreso notable que ha hecho el país. Un país donde hay más de 40 mil millones de dólares en proyectos de inversión a mediano plazo ya anunciados y comprometidos precisamente por la buena fama que ha ido logrando en el mundo. Los emigrados han visto a sus familias mejorar de posición gradualmente. No es una estadística hueca que el Perú haya saltado 24 posiciones en el índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas en la última década: es una realidad que toca a familias enteras.
Una realidad palpable, pero insuficiente, por supuesto. No de otro modo se explica que Humala encabece los sondeos y que, según el último informe de Latinobarómetro, publicado esta semana en Lima, un pavoroso 52 por ciento de la población diga que respaldaría a un régimen autoritario. Pero también es una realidad con vocación de suicidio. Hay que decirlo sin ambages. No estoy entre quienes creen que los pueblos no se equivocan, que hay que comprenderlos, que la mediocridad de los sevicios públicos o la lentitud con que los beneficios del progreso llegan a ciertos sectores de la población son atenuantes moralmente válidos en una decisión tan claramente irracional como volver al fujimorismo o entregarse a la aventura humalista.
Bajo Fujimori, el Perú nunca exhibió logros económicos comparables a los actuales y, en cambio, supuso los traumas profundos que sabemos. Y, aunque se trate de una opción no probada, el hecho de que el Perú, como casi uno de cada tres electores indica en los sondeos, quiera entregarle el poder a Humala, teniendo evidencia diaria del desastre por el que pasa Venezuela, es un acto autodestructivo.
Esta mañana iré a votar con miedo. Sin el menor entusiasmo. Sólo con miedo.

viernes, 1 de abril de 2011

Shimose. "Pedrito" como siempre le llamábamos en Presencia escribe Mar para Bolivia. La bandera para los barcos es "negociada" por la NAVAL

Según el escritor Alfred Jarry, la ‘patafísica’ es la ciencia de las soluciones imaginarias. Ayer me visitó monsieur Faustroll, doctor en Patafísica. Llegó canturreando “yo quiero un mar, / un mar azul, / para Bolivia”, un vals compuesto por un chileno patafísico. Perplejo ante la ruptura del diálogo con Chile, me preguntó si el Estado Plurinacional apelará ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya. “Van a tener que devolvernos el mar”, le respondí.
- ¿Qué pasa con ustedes, están locos?, dijo.
- Como todo el mundo, dije.
- Hace siete años, el cocalero Morales daba mueras a Chile. Luego, el presidente Evo se la pasó cortejando a la presidenta Michelle Bachelet, dijo.
- Se le mete, nomás, dije.
- Hace dos años envió un destacamento de ponchos rojos a desfilar por las calles de Santiago dando vivas a Chile. Y ahora el Gobierno vuelve a la política del carajazo con abuela incluida, dijo.
- A La Haya, como sea, dije, envuelto en la wiphala y masticando la hoja sagrada para que nadie ponga en tela de juicio mi patriotismo originario.
Entre mate y mate de coca, más sosegado, el Dr. Faustroll me informó de que un argentino llamado Alejandro Ferri le reveló un secreto en el cual se ve involucrado nuestro país. En 1904 se fraguó, en Buenos Aires, un Congreso Internacional que pretendía representar a todos los hombres de todas las naciones del mundo. Los autores de tan singular proyecto se reunían todos los sábados en una confitería porteña y allí hablaban con todo el mundo. “Un boliviano señaló que su patria carecía de todo acceso al mar y que esa lamentable carencia debería ser el tema de uno de los primeros debates”, pero la moción fue rechazada y archivada porque “el Congreso solo debatiría problemas de índole filosófica”. Así quedó establecido que la petición boliviana de una salida soberana al océano Pacífico era un problema que debía ser resuelto por la ciencia de las soluciones imaginarias, es decir, por la patafísica.
“Yo compartí mi secreto con Jorge Luis Borges y este escribió El Congreso, relato incluido en El libro de arena (1975)”, aclaró el Dr. Faustroll, haciendo gala de su erudición. Borges sostiene que el mentado Congreso no se reunió nunca, pero inspiró la creación de la Sociedad de las Naciones, primero, y de las Naciones Unidas, después. “Como ve –añadió el doctor Faustroll– la ONU tiene sólidos fundamentos patafísicos”.
Cambiando de tema, el Dr. Faustroll me contó que el dictador Banzer casi muere de infarto al enterarse de que una flota mercante de 135 buques navegaba por los siete mares con bandera de un país sin mar… y sin su autorización. Así se explica que el barco boliviano Katrine Krog haya fondeado, hace cuatro meses, en aguas del Estrecho de Gibraltar. Al ser abandonado en Ceuta, el armador noruego declaró que el buque sería remolcado hasta Bolivia. “Pura patafísica”, dijo el Dr. Faustroll. Y añadió: “Dígame, ¿el barco llegó a Bolivia?”. Como no lo sé, espero que los diplomáticos doctorados en patafísica me aclaren este intríngulis, mientras la OTAN bombardea Libia.
El Dr. Faustroll se pregunta, ¿qué pasaría si nuestra flota de guerra plurinacional parte en defensa del coronel Gadafi? // Madrid, 01/04/2011.
* Escritor (Nota de Solo Poemas. los barcos con bandera boliviana suelen llegar hasta el astillero de Gotemburgo por reparaciones. Alguna vez hemos preguntando a los trabajadores del mismo quienes son los dueños y la respuesta "piratas de Holanda, de Dinamarca, de Rusia y de países árabes", de modo que Pedro tiene razón. El nombre del autor de "Yo quiero un mar azul..." fue otro Pedro. Telmo que vivió muchos años en Bolivia. Lo presenté en Radio Pio XII. Le gustaba tanto el alcohol que se bebió del frasco que usaba yo para mi afeite a falta de otro mejor)