Vistas de página en total

lunes, 9 de agosto de 2010

al sentido homenaje de Shimose se suma Alcides Pareja que relieva la personalidad de José A. Mesa fallecido hace pocas semanas.

José de Mesa. In memoriam

Alcides Parejas Moreno*
(Aparece en el suplemento Fondo Negro de La Prensa de LP)

La madrugada del viernes 23 de julio murió en La Paz, su ciudad natal, don José de Mesa Figueroa, uno de los personajes más representativos e importantes de la cultura boliviana de la segunda mitad del siglo XX.

José de Mesa estudió arquitectura en la Universidad Mayor de San Andrés. Junto a su esposa, la arquitecta Teresa Gisbert, viajaron a España a mediados de la década del 50, donde de la mano del legendario Diego Angulo Íñiguez hicieron la especialidad de Historia del Arte. A su regreso al país los dos jóvenes arquitectos iniciaron en forma sistemática y académica los estudios del arte en Bolivia. Además de los trabajos de investigación en archivos y en casi todos los lugares de nuestra inmensa y difícil geografía, José de Mesa se dedicó a la restauración de monumentos, a la docencia universitaria y a la administración pública. Estos trabajos no se limitaron a los límites del territorio boliviano sino que abarcaron el área andina latinoamericana. Su rica producción bibliográfica es fundamental no sólo para la historia de nuestro país sino de toda el área andina.

Gracias a los trabajos de investigación de José de Mesa (su figura no se puede desprender de la de su esposa Teresa, por lo que alguna vez escribí que “tanto monta, monta tanto, José como Teresa”) hay un cambio de actitud fundamental en la historia del país, pues a través de ellos los bolivianos nos miramos en el espejo y empezamos a conocernos. Tal vez al inicio no nos gustó la imagen que vimos reflejada o porque no era una imagen exclusivamente europea (para agradar a los europeizantes) o exclusivamente india (para conformar a los indigenistas), sino mestiza, es decir, una nueva cultura híbrida; sin embargo, poco a poco estos estudios influyeron para que nuestra autoestima —que estaba muy venida a menos— subiera considerablemente y empezáramos a sentirnos orgullosos de nuestro patrimonio. Él y Teresa fueron los que acuñaron el concepto de “barroco mestizo” que sintetiza la esencia de nuestra arte.

Conocí a José de Mesa en 1969, cuando cursaba el último año de carrera en la Universidad de Sevilla. Había sido invitado para dar un seminario sobre barroco mestizo. A mi regreso al país, en 1972, fue una de las personas que me tendió la mano y me ofreció su amistad con gran generosidad. Tuve el privilegio de conocerlo de cerca. Trabajé con él un par de años en Extensión Universitaria de la Universidad Mayor de San Andrés y luego compartí experiencias en la Sociedad Boliviana de Historia, la Academia Boliviana de Historia, la Academia Nacional de Ciencias, pero sobre todo en un entrañable grupos de amigos —el Chocolate de Abela— que se reunía (todavía se siguen reuniendo) semanalmente para oír la exposición de uno de los integrantes (o un invitado) sobre los más diversos temas, comentarla y finalmente tomar chocolate al filo de la medianoche.

José de Mesa era un hombre de una arrollante personalidad que a nadie dejaba indiferente. Tenía un saber enciclopédico, pero no era un saber de escaparate, sino que sabía las cosas a profundidad, sin despreciar el detalle que le daba a su sapiencia una característica muy especial. Era un apasionado conocedor u consumidor de música clásica y un tertuliador ameno, incisivo, irónico y a veces hiriente. Asimismo, enamorado como era de lo nuestro, fue un tremendo difusor de nuestra cultura; y para muestra un botón: recordemos la maravillosa exposición “El retorno de los ángeles” que visitó Estados Unidos y Europa.

José de Mesa murió después de una larga y penosa enfermedad. Su obra perdurará por siempre, a pesar que ahora nos quieren hacer creer que el mestizaje no existe y que la imagen que aprendimos a ver en el espejo, gracias a sus estudios, es falsa.

*Escritor cruceño