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jueves, 13 de enero de 2011

"su vida tuvo un sello de innata prosapia. Joaquín alentó nuestra lucha en la Junta de la Comunidad" Hugo Bilbao La Vieja



Al ver la urna con los restos mortales de Joaquín Aguirre Lavayén vino a mi memoria su notable trayectoria y ella me convenció de que la vida humana, en su constante devenir, sólo puede justificarse plenamente cuando se la ha transitado con nobleza, valor, dignidad y entrega moral e intelectual como fue, en verdad, la suya.

Cuando supe del grave estado de su salud, fue para mí un instante sumamente triste. Es entonces que hago un alto en el recuerdo de su noble amistad y de las luchas cívicas compartidas con él en Cochabamba; rememoro su sincera preocupación por todo lo del país, la realidad de su atraso cultural y desarrollo material, su nostálgica esperanza para que alcance algún día las alas del progreso en todos los órdenes. Yo siento, cuando aquilato los valores de este hombre singular, para quien la vida fue en verdad como un deber sagrado de servicio, que la había planificado inteligentemente hacia metas disímiles, todas constructivas, en bien del país. Por tal razón he llegado a la rotunda convicción de que era un cerebro vocacional y un corazón pleno de amor por su Patria, mas no un amor simplemente romántico o discursivo, sino práctico y polifacético que creía, con acendrado patriotismo, en la posibilidad de levantarla del polvo de su propia miseria con la bandera del combate duro y demostrativo de que es posible conducirla hacia nuevos horizontes.

Joaquín llevaba consigo una experiencia de trabajo animado por un espíritu emprendedor, su doctrina era el empuje tesonero y efectivo para la consecución de sus planes y proyectos, con resultados positivos. Ahí está su obra cimera de Puerto Aguirre, obra con la que liberó, en cierto modo, nuestro injusto enclaustramiento marítimo. En esto fue como un soldado en filas y su propio jefe inteligente para la acción. Es un caso único, unánimemente reconocido, usufructuado por los Gobiernos y empresarios por su gran beneficio para Bolivia.

Pero Joaquín fue también, con su mismo corazón y mente, la expresión nítida de una cultura superior, sus libros han fijado con caracteres indelebles esa superioridad, su orgullo de boliviano y su amor por su país, razón por la que puede aplicarse con absoluta propiedad a su útil vida lo que Henry Miller expresa: “Existe un libro que forma parte de nuestro ser y que está contenido en nuestro ser, y ese libro es el registro de nuestro propio ser”… Joaquín Aguirre capitalizó en su propio ser toda una doctrina de vida, abrió ventanas al progreso de Bolivia, combatió contra la estulticia y la abulia señalando el camino para su auténtico desarrollo, corriendo en esa línea todas las contingencias con alma de filósofo. Su tránsito temporal fue ciertamente fructífero, ya que sus afanes pueden justificar una hermosa etapa histórica nimbada de grandeza.

Yo personalmente conservo vívidos recuerdos de la preocupación de Joaquín para la fundación que hicimos de la Junta de la Comunidad de Cochabamba (Junco), de la que fue su principal inspirador. Dicha entidad cívica que animó y defendió heroicamente los destinos de Cochabamba durante los años 70-80 tuvo un rol decisivo en el desarrollo regional. “Luchemos –decía entonces Joaquín– por las cosas amadas y queridas de la Llajta”.

En verdad la vida de Joaquín Aguirre Lavayén tuvo un sello de innata prosapia por su impronta humana para afrontar los retos de su destino. Quedamos felizmente con sus hermosos y valientes libros, trasuntos todos de su capacidad creadora y de su contribución a la cultura nacional como a la defensa intransigente de nuestra Patria. El autor es abogado y ex presidente de la Junta de la Comunicad (Junco)