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sábado, 4 de julio de 2015

de fino sentido del humor, Carlos Antonio Carrasco quién fuera condiscípulo de Vargas Llosa en el La Salle de Cochabamba, se ocupa del nuevo amor del arequipeño y realista y amigable augura al gran escritor una nueva novela de amor.

Lo recuerdo nítidamente, sopando su canuto en el tintero y dibujando en el cuaderno, con sumo cuidado, las palabras que el hermano Lucio pintaba en la pizarra. Prestaba suma atención a la dicción española del fraile, sin poder ocultar sus prominentes incisivos que emanaban de su pequeña boca. Era el único peruano en la clase, y sin que ello sea un complejo se diría que se mostraba, más bien, taciturno, introvertido.
Al año siguiente ya no apareció para continuar el quinto curso de primaria en el Colegio de La Salle de Cochabamba. Empezaba 1946, cuando, durante ese invierno, el populacho paceño colgó de un farol al presidente Gualberto Villarroel. Con contactos esporádicos, seguí su fulgurante carrera literaria, leí una veintena de novelas suyas, comenté algunas de ellas, respondió unas líneas nostálgicas a mi felicitación por el Premio Nobel y a través de la prensa monitoree sus multifacéticas actividades.

Si la reinvención de sí mismo como principal actor de su comedia Los cuentos de la peste fue episodio singular en aquel teatro madrileño, Mario sigue sorprendiéndonos en su quehacer público y por el perfil de su vida privada. Pocos se casan con sus primas hermanas; y menos, muchos menos, con sus tías. Hombre de coraje y tenaz aplomo, últimamente ha confirmado la separación e inminente divorcio de Patricia, con quien había festejado hacía pocos días sus bodas de oro matrimoniales. La causa primordial para ese desfase se llama Isabel Preysler, bella exmodelo filipina de 64 años (que aparenta 63) casada primero con el cantante Julio Iglesias, luego con un marqués hispano, para después quedar viuda hace nueve meses del antiguo ministro de Hacienda español Miguel Boyer.
La noticia sobre este affaire afirma que estando ahora libres los dos, resolvieron fortificar la amistad que los unía desde hace 20 años. Naturalmente ese tórrido romance no es entendido por comentaristas envidiosos de la chance que tiene el novelista peruano al implantar una cálida primavera en el otoño de su vida. Se le critica por dejar a su mujer con la que estuvo casado 50 años, pero si la hubiese abandonado a los 50 días, la admonición hubiese sido mayor. Mario, como canta Julio (su predecesor de alcoba), “por querer ser siempre el primero… se olvidó de vivir”. Escribió en detalle la aventura de sus personajes, imaginando llegar a ser tal vez alguno de ellos, para romper la monotonía de un hogar ordenado, aburrido. Pero lamentablemente la vida “se vive solo un momento”, y a su edad, tanto para nobeles como para núbiles, cada día es valioso y el reloj de la existencia, en cruel cuenta regresiva, se acelera indefectiblemente.
Sería deplorable desperdicio que ese literato de portentosa inventiva se resigne a calzar pantuflas y a jugar con sus nietos, en lugar de dar rienda suelta a su papilla gustativa para saborear la vida con su favorita. Además, ambos son marqueses, amantes de la farándula, ricos, famosos y con buena salud. Ya sea en las residencias que Mario posee en Madrid, en Londres, en París o en Nueva York, será una pareja de celebridades altamente apreciable y halagadoramente frecuentable. Erudito en los misterios de la educación sentimental, Isabel será la musa, algo ajada, de su nueva novela, en la que, entrelazados, cocinarán una bella historia de amor para deleite de sus lectores y envidia de sus detractores.