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sábado, 5 de julio de 2014

saber qué ocurre en el octavo encuentro de Escritores Iberoamericanos, ha estado en nuestra mente hasta que Ramón Rocha, llega puntual con una crónica de la segunda noche. desde Portales contiene su relato pelos y señales y la loable noticia de ser el Banco Central coauspiciador del evento, lo que es un excelente respaldo al mundo creativo y romántico de los literatos.

La segunda noche del 8º Encuentro Iberoamericano de Escritores fue de lujo, pero con los ecos de la noche anterior, porque los disertantes no dejaron de referirse a Claudia Peña y Jorge Benavides, la primera ministra del gabinete de Evo Morales y el segundo, escritor peruano cuya tesis sobre los escritores-mapa y los escritores-brújula fue muy citada. Esta vez moderó Alba Balderrama con semblanzas muy inteligentes de los expositores: Juan Pablo Piñeiro y Mario Bullatín. La primera noche fue moderador Xavier Jordán y lo hizo con su buen humor y desparpajo característicos.
Juan Pablo (Cuando Sara Chura despierte e Illimani Púrpura) estudió Letras en la UMSA, ha jurado escribir sólo sobre La Paz pero su tercera novela tiene un título pandino, porque descendió del altiplano y se fue a escribir a la selva, donde transcurre el relato. Sus consejos “bellacos” para escritores jóvenes fueron desopilantes, iconoclastas, atrevidos, en especial al reconocer que en Bolivia no se lee ni lo que editas y quizá por eso lo mejor que puede hacer un escritor es buscar amigos que les dé flojera leer las vainas que el escritor escribe.
Mario Bullatín leyó una explicación de su novela Salón de Belleza escrita 20 años después. Leyó en su celular un texto irresistible por la magnitud de su atracción a los lectores, un texto que, tras 20 años, tiene a todos los protagonistas muertos: el filósofo travesti, la famosa escritora, los peces de colores y otros elementos que 20 años antes parecían imprescindibles.
Fue una sesión plena de buen humor porque los dos expositores, que son conocidos novelistas, no teorizaron sobre el arte de escribir, sino abundaron más bien en sus experiencias de escritura como un ejercicio de soledad que hace de los escritores unos seres intolerables e intolerantes, encerrados en sí mismos y por lo general desprovistos de glamour.
Piñeiro dijo que la clasificación de Benavides en escritores-mapa y escritores-brújula era quizá incompleta porque él, como Urzagasti, era un escritor-antena, un hombre del oficio desprovisto de mapas o brújulas que vive atento a los fantasmas, demonios o palabras que logra captar y lo habitan.
Alba Balderrama estuvo muy acertada en el retrato de los dos expositores y en su cuestionario que hizo famoso James Lipton, el entrevistador de Actor’s Studio. Cuando le preguntó a Mario Bellatín qué palabra le gustaba más, sin dudar contestó: Alba y cuál le gustaba menos, Crepúsculo.
Si de pronto desapareciera el Palacio de Portales y el Centro Pedagógico y Cultural que alberga, la cultura en Cochabamba tendría un agujero negro imposible de llenar. Por primera vez este año el encuentro que nació hace 16 años tiene la colaboración y parte del financiamiento de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, una institución que administra los principales repositorios del país –el Museo Nacional de Arte, el Museo de Etnografía y Folklore, en La Paz; la Casa de la Libertad y el Archivo y Biblioteca Nacionales, en Sucre; y la Casa de Moneda, en Potosí–, y también el Centro de la Cultura Plurinacional radicado en un hermoso edificio en Santa Cruz. Ésta sería la primera vez que la Fundación amplía sus servicios a Cochabamba, donde está buscando un inmueble propicio para crear un Centro de Artes Escénicas.
Al inicio, el Dr. Gonzalo Ávila, Presidente de la Fundación Simón I. Patiño entregó una edición de Cuando Sara Chura despierte, de Juan Pablo Piñeiro, en francés, editado por la Fundación en Ginebra, y anunció que ejemplares de dicha novela circularán en las principales Ferias del Libro y países como Francia, Suiza, Bélgica, Líbano y otros. Fue un anuncio importante que sirvió también para mostrar la cantidad de actividades que cumple la Fundación en el país no sólo en educación y cultura sino también en agricultura, genética, salud y otros campos.
La última noche estará a cargo de dos expositores: Homero Carvalho, boliviano, y José Ovejero, español. Estaremos puntuales y atentos.
El autor es cronista de la ciudad.

martes, 1 de julio de 2014

el relato de haber encontrado García Márquez "las armonías precisas" retornó de medio camino hacia unas vacaciones en que pensaba usar el primer dinero, más o menos global que había recibido por sus "derechos de autor". lo pensó mejor "toma. hazte cargo del gasto, y que alcance para yo producir un libro serio, profundo, único". el editor MA lo tiene descrito en extenso texto publicado por El Instituto del Inmigrante de Suecia" y otros medios"Variaciones sobre Cien Años de Soledad" (verlo en Google) lo que sigue es de Ramón Rocha Monroy

El realismo mágico tiene una anécdota clave en la vida de Gabriel García Márquez. Su novela Cien años de soledad, fundadora del género, tenía cuartillas borroneadas sin orden ni concierto porque el escritor no hallaba las armonías precisas, los acordes para interpretar su canción, y entonces decidió tomar unas vacaciones junto a su familia; pero a medio camino dio con la clave y las vacaciones se terminaron, porque la familia entera retornó y el escritor se encerró a redactar, ahora sí, la gesta que lo llevó al final al Premio Nobel. Como para confirmar que lo último que uno debe desearle a una hija es que se case con un escritor, esos seres tan aburridos que son capaces de suspender una vacación y encerrarse en su escritorio tan sólo por haber descubierto una clave de su narrativa.
La clave consistía en algo sencillo: en Macondo, los hechos más ordinarios en el mundo moderno eran sobrenaturales, mientras los hechos sobrenaturales eran los más comunes. Así el coronel Aureliano Buendía, frente al pelotón de fusilamiento, había de recordar la tarde en que su padre lo llevó a conocer el hielo. ¡El hielo! ¡Agua dura en el calor de Aracataca, o de Macondo! En cambio, era perfectamente natural que Remedios la Bella ascendiera a los cielos sábanas y todo, mientras las colgaba en los alambres.
Esos territorios desdeñados por la razón occidental, pero próximos a otras fuentes de la percepción como la observación directa, la intuición, el tinkazo, el lenguaje de los sueños, eran afines a la alquimia. Quizás por eso el propio coronel Buendía buscaba la piedra filosofal, cómo convertir cualquier metal en oro, y al final de su experiencia, cuando le preguntaron qué parecía ese cuerpo oblongo y ominoso que secaba en la sartén dijo una sola palabra: Mierda. No era oro, era puchi o parecía serlo.
Pues bien, en una lectura reciente de La formación del espíritu científico, de Bachelard, el creador del concepto de obstáculo epistemológico, hay una afirmación que no sé si leyó García Márquez, pero si no lo hizo, debió hacerlo. Dice Bachelard que la observación directa es amiga de las generalizaciones abusivas, propias de pajpacos y merolicos, y es un obstáculo epistemológico para el desarrollo del pensamiento científico, que no se apoya en la observación directa sino en el análisis matemático. Aún más: la ciencia superada por la razón, es decir, la ciencia antigua, de los inicios del uso de la razón a la explosión del siglo XVIII, parece hoy un capítulo del humorismo o de la literatura del absurdo. Basta leer las notas de Hipócrates, de Tales, Anaximandro y Anaxímenes, como también del propio Diderot, redactor de la Enciclopedia, para reírse de sus apreciaciones aparentemente científicas y sus generalizaciones arbitrarias, sin fundamento, tales como algunas expresiones de la medicina natural, que postulan la maca, la coca, la stevia y otras hierbas como remedios universales.
Basta la intervención de la razón para poner las cosas en su sitio, acotar las investigaciones, dar más relevancia a las excepciones que a las generalizaciones abusivas y actuar, perdonen la expresión, como aguafiestas, porque eso hace un científico cuando se topa con un neófito: neutralizar sus ilusiones y reducirlas al mínimo.
Un literato usa la razón sólo para componer su narración, pero no el argumento. Ahí está la clave. Lo que sirve de la ciencia ya superada por la razón es puramente literario. Un personaje literario que cree en los cuatro elementos (y no en los centenares que descubrió Mendeleiev) o en los milagros de Santa Rita, en el bestiario alimentado por tantas mentalidades célebres o en las explicaciones sobrenaturales de fenómenos terrestres, es un personaje exitoso. En cambio, no lo es, porque no tiene ninguna gracia, un científico, un aguafiestas, un frecuentador de la razón occidental.
De eso parece estar teñido el realismo mágico. En fin, es una hipótesis.
El autor es cronista de la ciudad