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viernes, 11 de abril de 2008

de los más modernos poetas a los tradicionales

Sólo poesía boliviana. (i)
Juan Ignacio Siles
Nacido en La Paz en 1961 se licenció en literatura en la Universidad de Chile. Estudió además en los Estados Unidos y dirigió varias publicaciones. Durante el gobierno de Carlos Meza fue Canciller de la República logrando un notable desempeño. “Con las manos vacías de mariposas muertas” tituló su primer libro de amor y nostalgia del que ofrezco:


CANTO DE AMOR A LA MUJER QUE TE DIO LA VIDA
No fuíste sino una chispa
Una aventura y ya tenías
El ímpetu de un rayo.
Tu madre se llenó de colores
Y con el vientre exploró
La noche y sus pechos
Se iluminaron de espuma
Pero tu papitar era viento
Y ella se abrió se rasgó
En el aire se nutió de dolor
Y viniste con tu verdad
En la frente y en las manos
Vacías de mariposasmuertas.

Guillermo Bedregal García
Nacido en La Paz en 1954 y fallecido en 1974
Hijo de Guillermo Bedregal político, escritor y estadista.
El autor fallecido a los 20 años nos dejó una impronta notable
Su producción ublicada en el libro “La Palidez” que entregó Corina Barrero.

FIN DE FIESTA
A través del aire el pino desdentado se ha difundido en la soledad de las orquesta
Y es un grito que se contrae antes de la alegría ahuecando para siempre la sangre
Inundando de orificios la respiración.
Por las calles alquién regresa de besar su sombra
Y una mujer camina hacia el cementerio
Precedida de disfrazados que enfatizan en la piedra su olvido
Y huellas de pájaros aniquilados en alguna acerca:
Su alma en las humaredas con que agoniza la fiesta.
He deshojado el perfil del agua
En sus cenizas un rastro lunar cantaba como cantan los adoquines
Y la tristeza intercambiando facciones a la espera de una huella que difunda
El sol en la basura
De una ninña donde depositar la identidad.
Cantaban, lejos, lejos,
Desalojando a la música del viento,
Cantaban la sequedad de los contornos
Y esperaban la noche para esperar el día
Entre el tumulto de las habitaciones donde la muerte de alquién
Aún prevalecía empañando los ojos y las ventanas
Sorprendiéndose en un abrazo tras las cortinas
Para mirar luego alejarse tras las arboledad
Los semblantes del afecto y de la muerte en busca de la vida
Tropezando conmigo en los tejados
En los reflejos de alguna llovizna escapada del recuerdo
En la altura donde germina el azul de la ciudad
En las corrientes profundas del río, donde nace la voz de todo
En la fevundidad del frío cuando te mira desde algún rostro,
Desconociéndome en el ámbito de las cabelleras
A la búsqueda común de un umbral donde alojar el abandono
Donde prolongar la ausencia luminosa del fuego,
Para encontrar un cuerpo
Que encuentre en mi cuerpo el lugar de la alegría,
El clima para oler algún aroma de tus ojos
Después de reconocerme en cada espetro del fin de fiesta.

Alfonso Gumucio Dagron
Nacido en La Paz en 1950. Vive en Guatemala
Escritor, cineasta, crítico y poeta con 20 títulos a su haber, entre ellos
Antología del Asco, Razones Técnicas, Sobras completas. Mereció premios.
Estudió en París, en Madrid, ha realizado películas de valor y trabajado en:
México, Nicaragua, Bolivia como funcionario de Naciones Unidas.

DETENIDO
Me han detenido hoy
Lunes de nieve
27 de enero contaminado
Acusado de pasear y mirar
La intrigante aparición de espuelas
En las esquinas de Alcalá.
Revisaron mis cartas de amor
Mis bolsillos con pelusas
Mis solapas en punta
Mi rabia reprimida. Pero olvidaron
Recorrer mis canales cerebrales
Con sus garras descrubrir mi agua ácida
Las aristas del poema
Recién inaugurado

SILBOS
Cuando camino solo sólo
Me queda el tiempo que me falta
El tiempo que me pasa
Viento que me traspasa, entonces
Silbo para no morir.
Camino y por lo tanto soy
La prolongación de mi sombra
Entre vitrinas y espejos
Me hundo en estancias de humo
Calor humano prefabricado
(humano viene de humo y a humus)
Ecos de risas que no son
Llantos que no son,
Sola mi sombra esta erquida
Y me arrastra, carga conmigo
Mientras silbo para no morir.

AUTOPSIA
A Neruda le abrieron
El vientre a bayoneta
Y encontraron:
Un grito de la selva
Un corazón rojo
Que era hígado y cerebro
Un poema azul
Una cordillera entera
Y un Chile
Armado del vientre hasta los dientes.

Nora Zapata Prill
Nacida en Cochabamba en 1946
La conocí en La Paz, cómo olvidarlo en el café del Monje Campero
Tiempo de la juventud católica. La ví de soquetes blancos y zapatos
Combinando blanco y color vino. Agraciada morena de fácil trato.
Hablamos no recuerdo qué. Seguí sus pasos, mejor sus letras en Presencia.
El nombre no se me olvidó nunca hasta que un día llegó a Cochabamba.
Nos volvimos a ver y platicamos largo y nos tomamos de las manos.
Recuerdo algún beso apasionado y el escenario del puente de Cala Cala
Y la promesa de una larga amistad que no pudo ser partió ella, partí yo
Por mundos diferentes, por destinos marcados aunque sin perder sus letras.
Es posible que ya no me recuerde, yo sí la sigo recordando y los dos encuentros
En el Monje Campero, en un banco previo al puente de Cala Cala casi 20 años mediando.
Por su libro “De las Estrellas y el Silencio” mereció el Franz Tamayo y alcanzó niveles en
Alemania, Bolivia, Suiza donde reside actualmente. Con Jaime Saenz y Pedro Shimose.

AQUI, CALLADAMENTE
Vuelvo de la raíz talada del crepúspulo
Como si fuera un reencuentro con el llanto
No pido nada aquí estoy
Calladamente con el regreso amurallado sobre las mismas huellas
Y la noche amanecida en los trigales.
Una sombra de mi que desconozco
Aún busca entre los ojos hablar con los caminos diariamente
Repetidos de otoño a lluvia nido a cementerio
Lástima. Las luciérnagas ya no relatan cuentos en la noche,
Y hay menos soledad en las aladas ventanillas del campanario roto
Y cómo y cuánto, suena el vacío, tanto y tan cruel!
Quién creería que ya no quedan puertos en el mundo?
Pero, de dónde he vuelto para empezar del último paso anochecido?
No pido nada, ni me echo a andar para llegar,
Esta calleja solitaria de purísimos ojos grises me abandona las lágrimas
Y me enjuga el cansancio.
No vacilo peo ya no quiero partir y, cuando tenga al caer la tarde de mañana,
Se me queda en el clavel marchito por la hoguera del viento pasajero.
No espero, como antes, la habitación a solas presagiando la lluvia sollozada en la lámpara
O que la memoria se agrande en los rincones como la piel del moho
Que después del olvido cruje en silencio su más absurdo espacio.
No será necesario que la gaviota haya regresado con la muerte en las alas
Y que todas las playas se abismen bajo el cuerpo,
Basta que alguna noche el cielo nos comprenda y lejos,
Lejos las alas nos sonrían la amenaza de partir para siempre.
Ciertamente no pido nada ahora que vuelvo a enhebrar
En la maleza la eternidad en el minuto.