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viernes, 29 de marzo de 2013

lo de Pedro Shimoso debió ir en el blog Nuestro Norte la Iglesia, sin embargo por su contenido semántico el texto queda bien aquí cuando nos habla de Ignacio, Francisco y la Iglesia


La palabra ‘papa’ viene del egipcio antiguo y significa ‘padre’. La otra ‘papa’, viene del quechua. Al vicario de Cristo lo llamábamos ‘santo padre’ o ‘su santidad’, pero el papa Francisco prefiere que lo llamemos ‘hermano’. El jesuita Jorge Mario Bergoglio (Buenos Aires, 17.12.1936) es un papa que sabe latín, pero habla español e italiano con acento porteño.
Por aquí se dice, en tono humorístico, que el papa es “argentino, pero humilde” y “jesuita, pero franciscano”. Tano (hijo de inmigrantes del norte de Italia), tanguero, fumador, cinéfilo, hincha del club de fútbol San Lorenzo de Almagro, matero, lector de Hölderlin, Dostoievski y Leopoldo Marechal (escritor argentino contemporáneo de Mallea, Borges y Arlt), y admirador del pintor ruso Chagall y del cineasta danés Gabriel Axel (El festín de Babette, su película favorita).
Dada la escasa cultura religiosa de nuestro tiempo, la mayoría de los periodistas tienden a confundir la manteca con la mantequilla. Por eso juzgan al Vaticano como si se tratara de una República corriente y moliente. El papa se apresuró en señalar que la Iglesia, siendo una institución humana e histórica, “no tiene una naturaleza política, sino esencialmente espiritual”. Siendo así, tampoco renuncia a su magisterio en problemas temporales ni está exenta de caer en el pecado que ella misma condena y combate… y perdona y pide perdón.
San Francisco de Asís guía los pasos del nuevo papa (“¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”), pero en el fondo está Ignacio de Loyola (“Nunca olvidemos que el verdadero poder es servicio”) con su solidez intelectual y su método introspectivo de una fe austera, firme, en una época desquiciada, de abusos, despilfarro y confusión. El papa Francisco seguirá leyendo, con un ojo, el Libro de los ejercicios espirituales, del fundador de la Orden de los jesuitas, y con el otro, el Cántico del sol (“¡Seamos custodios de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza!”), del ‘poverello’ que rechazaba privilegios, santificaba la pobreza, dialogaba con los astros, bendecía la creación, cantaba con las alondras y amansaba las fieras. Uno, humilde y misericordioso; el otro, severo y exigente.
Al nuevo papa le esperan los informes secretos encargados por Benedicto XVI, la revisión de las cuentas vaticanas, la reforma de la curia y la evangelización de un mundo desalmado. ¡Menudo desafío!