Columna
COLUMNA VERTEBRAL
Publicado el 27/08/2017
Cuando ya octogenario podría estar tranquilamente apoltronado en la jubilación, Mariano recorre el país acompañado por una minúscula cámara y él lo hace todo, como siempre, recogiendo imágenes, ejemplos de nuestro patrimonio, personajes , hechos y conversaciones que serán un testimonio para el futuro. No hay expresiones que puedan describir lo que esa determinación representa
Es difícil encontrar una forma más intensa de creer en Bolivia que recuperar a nuestras personalidades más fascinantes, hacerlo a través de sus textos, a través de su voz, de sus conversaciones, de sus escritos, los conocidos y los olvidados. Eso es lo que Mariano Baptista Gumucio ha hecho a lo largo de su vida, sin distingos, sin prejuicios, sin calificativos, sin otra pretensión que transmitir las palabras que los bolivianos han tejido por siglos. Nadie en nuestra historia ha hecho más por la difusión de nuestra cultura que Mariano.
Dos libros marcaron en mi adolescencia mi vínculo indisoluble con la patria: Santa Cruz el Cóndor Indio, esa luminosa biografía de Andrés Santa Cruz escrita por Alfonso Crespo y Este País tan Solo en su Agonía de Baptista, una compilación de las reflexiones del autor a partir de las contradicciones y paradojas del país en la década de los años setenta del siglo pasado, que muy bien podrían volver a publicarse hoy sin mayores variantes. Fue un texto que me estremeció, precisamente porque se acercaba a nuestra realidad a partir no de la elegía, sino del dolor, de la idea de que lo que nos ocurre importa y exige nuestro compromiso con el suelo en que nacimos.
Mariano pensó, quizás precisamente por eso, que el verdadero nudo gordiano en el que estamos atrapados es la educación e intentó en la gestión pública (fue tres veces ministro de Educación) contribuir a modificar el gigantesco lastre que no hay reforma que haya podido cambiar. Dos de los libros fundamentales de su extensa bibliografía son Salvemos a Bolivia de la Escuela y la Educación como Forma de Suicido Nacional. Influido por el pensamiento de Freire e Ilich, hizo un diagnóstico descarnado de un sistema educativo anclado en el siglo XIX. Ambas obras marcaban desafíos fundamentales a través de un diagnóstico descarnado de nuestra realidad en las aulas. Volver a leer esos libros hoy nos dejaría perplejos. Tecnología aparte, la mirada de Mariano sobre el desolado panorama de nuestra educación sigue también vigente.
Como periodista hizo del periódico Última Hora una plataforma de apertura y de libre pensamiento, no sólo por el recordado “Playboy de los pobres” (la extraordinaria revista Semana, cuyo contenido era de excelencia) no por sus controversiales tapas, sino porque abrió las puertas a todas las corrientes de opinión y creación del país. ¿Cómo olvidar por ejemplo a ese singular colectivo de jóvenes “underground” que publicaba la página semanal Luz Ácida, ¡en plena dictadura de Banzer!, con textos irreverentes, poemas psicodélicos e ideas a contracorriente con un evidente sabor a cannabis y otras “hierbas”? Impulsó entonces una de las iniciativas más ambiciosas y exitosas para la difusión del libro, la Biblioteca Popular de Última Hora a la que sumó una colección de biografías infanto-juveniles de personajes célebres de Bolivia. Ediciones baratas y accesibles que diseminaron clásicos bolivianos a miles de lectores. Era su obsesión de ayer, y lo es hoy con Identidad y Magia de Bolivia, su equivalente en televisión. Cuando ya octogenario podría estar tranquilamente apoltronado en la jubilación, Mariano recorre el país acompañado por una minúscula cámara y él lo hace todo, como siempre, recogiendo imágenes, ejemplos de nuestro patrimonio, personajes, hechos y conversaciones que serán un testimonio para el futuro. No hay expresiones que puedan describir lo que esa determinación representa.
A Mariano se lo criticó en voz baja. Que su compañera dilecta era la tijera y su método el collage…“ ¡Ladran Sancho!”. Nadie como él para saber contar una historia, introducir un hecho, una figura, nadie como él para excavar en archivos, desvanes,  escritorios en los que parece que no haya nada nuevo que ver. Nadie como él para seleccionar con tino los fragmentos de textos que permitan  comprender una obra. Así reverdeció a Tamayo, Medinaceli, Montenegro, Man Césped, Guzmán, Guevara, Céspedes, Busch… Igual de fresco fue su paseo por los nueve departamentos con extraordinarias antologías de las miradas que sobre ellos han tenido viajeros, investigadores, poetas, recobró voces y semblanzas.
Por si todo esto fuera poco nos ha dejado su propia mirada de la historia del país con un texto ágil y completo sobre nuestra historia contemporánea, una aproximación a la otra historia, a aquella que moldea personalidades, expresa subjetividades, impulsa pasiones y uno reciente tejido a través de la correspondencia de las grandes personalidades que forjaron nuestra nación.
Mariano es una fuente inagotable. Lo será hasta el último día de su vida.

El autor fue presidente de la República
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Twitter: @carlosdmesag