Vistas de página en total

sábado, 2 de julio de 2011

siempre que puede Pedro Shimose se acerca a Santa Cruz, visita sitios y personas amigas. Adhemar Suárez Salas lo encuentra en El Deber, conversan. retrato de sus cavilaciones

Está sentado. Una luz espléndida, casi mediterránea, baña el salón Pedro y Rosa del Diario Mayor EL DEBER. Con serena quietud, Pedro Shimose rompe la gélida noche evocando momentos sublimes de su iniciación como vate y escritor. Recupera instancias y, en varios casos, personajes que ya no están, voces que fueron la firme expresión de un ideal exigente y utópico.
Alude al escritor Hernando García Vespa, que nos describe el paisaje embriagador que nos prodiga una ‘puesta del sol’ allá en Riberalta.
Durante la presentación de su biografía poética, ante un auditorio intimista y confidencial, este carismático personaje mezcla su seriedad con una fina ironía, sin dejar de rebatir un solo concepto con el cual no concuerde. Ya en liza, brinda una imagen ligeramente angustiada que no termina de disiparse a medida que habla. De a ratos, se tiene la figura de un doble personaje; por un lado, aquel que puede y logra reírse de todo y, por otro, el ser racional y adusto que seduce a sus invitados con argumentos irrefutables sobre los poetas y los poemas que le inyectaron la potencia de su numen creador.
Se detiene, con una pausa respetuosa, cuando subraya la impronta que le legaron sus progenitores: “Mi padre me enseñó a amar la naturaleza. Mi madre, a cultivar la poesía en su máximo esplendor, porque ella misma me recitaba unos versos tan bellos como el jardín riberalteño, pletórico de rosas y crisantemos”. Así descubrió el secreto del mar, meditando sobre una gota de rocío.
El conferencista hizo un recorrido por los poemas que le marcaron desde sus inicios como lector. Dio lectura a fragmentos de dichos poemas que le cantan al amor, a la naturaleza y a la vida. Y también a la soledad y al silencio. Hizo lo que pregonó el poeta sevillano, Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
Aunque su última entrega consistente en su monumental antología de la poesía del oriente boliviano alumbra los cielos de la literatura, apenas fue aludida por su autor, cimentando aquello que “por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser un buen hombre”. Y Pedro Shimose lo es, a raudales.
Gracias por habernos prodigado una hora de su tiempo dorado, de su amistad y su pasión encendida.
* Abogado