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viernes, 7 de enero de 2011

menos mal que aparece el poeta para sacarnos de la carcoma humana que nos asfixia "Baladas Mínimas" de Marcelo Ostria en el parnasso poético

Marcelo Ostria-Trigo es conocido entre nosotros por su dilatada carrera diplomática y por el constante y valioso ejercicio de su pluma en las columnas de opinión, donde se empeña en “desfacer entuertos” y en la defensa de las libertades democráticas. Ahora, gracias al apoyo de la Fundación José Bertero conocemos otra faceta intelectual de este autor: la del escritor lírico, que reconstruye en las páginas de sus “Baladas Mínimas” los parajes de la geografía de la memoria.

Entre el pueblo natal y la ciudad de los cuatro nombres, entre los cerros que el ojo poético transfigura en “guardianes de tierra y piedra” y entre remotos jardines (Keukenhof, Schönbrunn, Rikugien), la voz de Ostria-Trigo entona un canto elegíaco que convoca a los que están y a los ya idos.

Acuden al llamado los fraternos fantasmas de Cerruto y Campero; de Federico, Machado y Juan Ramón; de Neruda y Max Jara, Whitman y Tamayo, Alfonsina y Octavio Paz… En tan buena compañía, no sólo se viaja en el espacio sino también a través del tiempo, por los ciclos del corsi e ricorsi de la vida.

“Quiero contar que yo no comprendo al otoño”… “Porque es el tiempo del vuelo, de las canciones atenuadas…”, nos dice el autor, en líneas que hablan de partidas y, por lo tanto, de ausencias. Clave importante para acercarse a la poética de Ostria, invocación de lugares y personas resurrectas por la discreta magia de la palabra.

“En medio, el rey del universo: el hombre vestido con los andrajos de las ausencias”. Es el hombre genérico que observa al mundo circundante, pero también el alter ego del poeta, que no condesciende a la paz del olvido y elige el dolor y la dicha de evocar el pasado: “se duda entre la felicidad y el amor, ambos enemigos enconados y tan lejanos…”.

Esa es la sutil victoria de la palabra: hacer presente a lo ausente, tangible lo intangible y, en cierta manera, vencer a la muerte. Y es que las líneas de estas “Baladas Mínimas” son “palabras que no se van; se quedan en el firmamento, aferradas a las estrellas”.