MARIO VARGAS LLOSA, HIJO ADOPTIVO DE MADRID
Discurso del Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa
De más está decirles lo conmovido y lo agradecido que estoy con este reconocimiento que me hace la muy antigua y muy moderna villa de Madrid. He escuchado con emoción y con cierta nostalgia las palabras del alcalde recordando ciertos episodios de mi trabajo como escritor y de mi vinculación con la ciudad de Madrid. Efectivamente ésta es una vinculación muy antigua. Yo llegué a Madrid a mediados de 1958, con una beca que daba
El Madrid de entonces era muy distinto a la urbe abierta a los cuatro vientos y a todas las ideas y a las gentes que es Madrid hoy en día. Era una ciudad, por comparación, pequeñita, ensimismada, bastantes aislada del mundo. A veces para enterarse de las noticias había que ir a la casa de Le Monde, que un día sí y otro también solía estar prohibida por la censura; o había que escuchar Radio París en la pensión en la que yo vivía en la calle Doctor Castelo y en la que a la hora de la cena un rito cotidiano era que el dueño encendía Radio París y todos escuchábamos las noticias de España, que no se leían en los diarios de España.
Pero la ciudad tenía muchos encantos. Era cálida y fraternal, era muy fácil hacer amigos y uno conocía a los vecinos y entablaba conversación en los tranvías, en los ómnibus o en las plazas. Una ciudad que me llenó de literatura clásica que yo conocía poco y mal entonces. Recuerdo que en el Madrid de finales de los 50 se podían seguir todavía las trayectorias de los personajes de Fortunata y Jacinta, o los personajes de las novelas anarquistas de Pío Baroja, cosas que hice yo mientras las iba leyendo.
Por otra parte, es una ciudad donde yo tomé una decisión que en cierta forma cambió mi vida. Hasta entonces, aunque la literatura era lo que más amaba y a lo que yo hubiera querido dedicar toda mi vida, pensaba que aquello era imposible y que era fundamental que buscara trabajos alimenticios. Y en Madrid tomé la decisión de tratar de organizar mi vida alrededor de
Desde entonces he venido muchas veces a Madrid. Desde hace ya bastantes años, mi familia y yo pasamos buen número de meses al año en esta ciudad que es, desde luego, nuestra ciudad y a partir de ahora, mucho más.
Creo que haber vivido la transformación de Madrid, de esa ciudad todavía algo provinciana, cerrada al mundo a lo que es Madrid hoy día: una gran metrópoli, una de las más dinámicas, abiertas, libres y cosmopolitas del mundo, ha sido una experiencia extraordinaria para todos los que hemos tenido la suerte de vivirla.
Hoy en día, Madrid tiene muchos méritos y quizá el principal sea, para decirlo con un título un poco quevediano, la ciudad de todos. Madrid es una ciudad donde nadie se siente un extranjero. Una ciudad que adopta inmediatamente a quien llega, abriéndole los brazos e incorporándolo a esa extraordinaria diversidad que se vive en sus calles, unas calles donde, sobre todo ciertos días, en ciertas festividades, se escuchan todos los idiomas del mundo, como en una verdadera torre de Babel. Y es una ciudad, además, que por todos sus poros respira juventud. Aquí llegó mi hija Morgana a pasar unos días recién terminada
Creo que haber vivido en Madrid en estos últimos años es haber vivido la experiencia maravillosa de la transformación de España. De un país subdesarrollado a un país desarrollado; de una dictadura a una democracia; de un país ensimismado y cerrado sobre sí mismo a un país abierto al mundo, integrado a Europa, que ha hecho suya la cultura de la libertad; un país donde conviven una gran diversidad de creencias, ideas, principios. Un país que ha sido en cierta forma la historia feliz de los tiempos modernos porque su Transición ha sido la que más y mejores ejemplos ha dado al resto del mundo. Buena parte de las transformaciones latinoamericanas también de la dictadura la democracia; de la disputa, el encono y, en ocasiones, la guerra civil, a la coexistencia, has sido posibles de alguna manera por el ejemplo que dio España.
Todo eso lo he vivido, principalmente desde Madrid. Y no sólo como espectador, sino también en cierta forma como protagonista. Y eso creo que me ha enriquecido notablemente como escritor, desde luego, pero también como ciudadano y como persona comprometida con la cultura de la libertad.
Por todas esas razones a esta ciudad la quiero mucho, la siento mía. Madrileños figuran entre mis amigos más queridos y entrañables y nunca podré olvidar que aquí en Madrid fue donde por primera vez vi un libro mío, impreso en letras de molde. Eso para un escritor es un acontecimiento extraordinario y conmovedor. Y fue aquí donde recibí la noticia de que había ganado con mi primer librito, una colección de cuentos llamada “Los Jefes”, un premio literario español. Fue el primero de muchos otros y por eso siempre digo con enorme gratitud que sin España, sin sus editores, sus críticos, lectores, instituciones culturales, yo no hubiera llegado jamás a ser el escritor que soy hoy en día. Eso, sumado al hecho de que en ciertos momentos de dificultad, España me volvió a abrir los brazos y enriqueció mi nacionalidad peruana con la española, es algo que ha hecho de mí verdaderamente un ciudadano español, a la vez que un ciudadano peruano.
A todo eso se suma el acto de hoy, un acto que recibo realmente con muchísima emoción. En principio, mis convicciones democráticas y liberales me ponen un poco nervioso cuando oigo hablar de acuerdos unánimes, pero confieso señor alcalde, señoras y señores concejales, que en este caso la unanimidad no sólo la apruebo, sino que incluso la aplaudo cariñosamente y desde luego la agradezco de todo corazón.
Sé muy bien que este reconocimiento generoso implica un mandato, que es una tamaña responsabilidad: llevar conmigo sobre los hombros, sobre todo en la mano derecha, que es con la que escribo, una representación simbólica de esta hermosa y querida ciudad. Desde luego que me comprometo a hacer lo posible, y si puedo también lo imposible, para no defraudar a los madrileños representados por la municipalidad de esta ciudad en esta hermosa e inolvidable ceremonia. Muchísimas gracias.