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viernes, 1 de junio de 2012

la figura de Oscar Cerruto poeta paceño de gran fuste cobra actualidad y grandeza en palabras de Pedro Shimose "que cantó como a nadie y al mar ausente. Imperdible!

Dentro de unos días celebraremos el centenario del nacimiento de Óscar Cerruto (La Paz, 13/06/1912 – ídem, 10/04/1981), periodista precoz a los 14 años y novelista a los 23. Fue, sin embargo, poeta y cuentista tardío. Publicó Cifra de las rosas y siete cantares (1957) a los 45 años, y Cerco de penumbras (1958), libro de cuentos fantásticos, a los 46. Poeta, narrador, ensayista, periodista, diplomático y gramático, publicó, en vida, ocho libros. El resto se ha ido publicando con carácter póstumo. Su obra es parva y sus libros, breves. Ironizaba, con frecuencia, acerca de la grafomanía de sus contemporáneos.
Hijo del boliviano Andrés Cerruto Durand y de la inglesa Lelia Maggie Collier, el poeta de Patria de sal cautiva (1958) y Estrella segregada (1975) cantó como nadie a la ciudad de La Paz, su “heredad entrañable”, y al mar ausente. Como Borges, inició su andadura literaria al publicar poemas sociales que después repudiaría hasta el extremo de prohibir su publicación, voluntad quebrantada por editores distraídos. En 1932 se opuso a la guerra contra el Paraguay, emigró a Chile y en Santiago publicó su única novela Aluvión de fuego (1935), de la cual se sentía insatisfecho por lo que intentó rescribirla. Acabó por desistir porque, según me dijo, “a medida que la iba corrigiendo, iba escribiendo otra novela”.
Abandonó sus estudios de Derecho para dedicarse al periodismo. Colaboró en los diarios La Razón (el verdadero), El Diario, Última Hora y Presencia, y en las revistas Kollasuyo, Signo y Difusión. Dirigió El Diario (1954-1957) y Última Hora (1959-1963). Residió en Chile, Argentina y Uruguay. Visitó Francia, Alemania, España, Argelia y Estados Unidos. Dejó grabada su voz en la Biblioteca del Congreso de Washington. En 1957 –en plena efervescencia descolonizadora– Cerruto viajó a Argelia, invitado por su amigo Albert Camus, meses antes de que a este le concedieran el premio Nobel. En Argelia entrevistó a Ben Bella (que acaba de morir) y escribió un extraño poema titulado La muerte.
Los clásicos latinos, ingleses y españoles nutrieron su obra lírica. Se relacionó con figuras estelares de la literatura contemporánea (Neruda le rindió homenaje en el Congreso Internacional de Escritores realizado en Santiago de Chile, en 1969). Escribió ensayos sobre poesía y poetas, verdaderas joyas del género que ojalá se reúnan en libro. La prosa de Cerruto –en sus cuentos y ensayos– es impecable, diáfana, pulcra, caracterizada por una gran economía de estilo, comparable a la de Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Borges, Rulfo, Julio Torri y José Clemente, ensayista argentino injustamente olvidado.
Cerruto fue, además de inspirado poeta, un gran artista, “il miglior fabbro” de la poesía boliviana. A él le debe mi generación las mejores y más hondas lecciones de ética y estética. Admiraba a Lope, Quevedo, Antonio Machado, Santayana, Valéry, Char, Ungaretti, Wallace Stevens, Borges y Tamayo. Hablaba poco, pero cuando hablaba había que escucharle. Murió sumido en un pesimismo total, desengañado y triste, doliéndole Bolivia. Sus últimos versos lo dicen todo: “(Pobre país / o pobre yo, todos nosotros, / en este inmenso / país tan nuestro / y tan ajeno)… La Muerte cerró la puerta / y estoy de nuevo solo”. // Madrid, 01/06/2012.