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sábado, 11 de diciembre de 2010

como era de presumir el discurso de M.Vargas Ll. sigue trayendo cola y Cayetano Llobet nos ofrece un buen resumen de lo dicho referido a Bolivia


Una de las características de la intolerancia es la precipitación y la imprudencia de sus reacciones. Álvaro García Linera, vicepresidente del Estado Plurinacional, es, probablemente, el más destacado ejemplo gubernamental, en versión ilustrada, de la intolerancia. Y acaba de sentenciar: “Está claro que el señor Vargas Llosa es un gran literato –¡cuánta generosidad señor García Linera!–, pero es un político fracasado y es un ignorante en el ámbito de las ideologías políticas”.

Y la demostración de la ignorancia de Vargas Llosa son estas frases pronunciadas en su discurso de aceptación del Premio Nobel: “América Latina ha ido progresando… Padecemos menos dictaduras que antaño, sólo Cuba y su candidata a secundarla, Venezuela, y algunas pseudodemocracias populistas y payasas, como las de Bolivia y Nicaragua”.

El Vicepresidente –como todo el Gobierno– es susceptible. Cualquier afirmación que contenga un mínimo de duda o de crítica provoca una reacción urticante y rápida. El diluvio de calificativos no se hace esperar y las condenas se amontonan para colgar el anatema y pedir la hoguera para el hereje. ¿No vieron al obispo Tito Solari, el más inclinado a la política gubernamental, que tuvo que terminar pidiendo disculpas por haber “manifestado su preocupación porque se involucre a niños en el narcotráfico”?

Ahora le tocó el turno a Vargas Llosa. En octubre pasado, el propio Evo Morales calificó de “sospechosa” la entrega del Nobel al escritor.

Sería una falta a la lealtad y a la fidelidad con el Jefe –perdón, con el Jefazo– no salir al encuentro del premiado cuando habla de la pseudodemocracia boliviana. Entiendo la convicción del Gobierno y del Vicepresidente sobre la maravilla de democracia que están implantando en el país, pero alguien en el Gobierno tendrá que admitir que, a estas alturas, muchos, y en muchas partes, tienen fundadas dudas sobre esa democracia.

Resulta muy difícil convencer a cierta gente inteligente como Vargas Llosa –que a pesar de su ignorancia es hoy una referencia universal– sobre las bondades de un régimen que ha liquidado la posibilidad de un mínimo equilibrio de poderes –base de la democracia–, que milita en la ofensiva contra los medios y contra la posibilidad de disentir o criticar, que ha desatado una ofensiva implacable y retroactiva contra los que encabezaron movilizaciones regionales y que, para colmo, no tiene ninguna oposición. Desde luego, me puedo imaginar que cuando Vargas Llosa habló de democracia “payasa” también se estuviera refiriendo y de modo especial a esa cosa que en Bolivia se atribuye el nombre de “oposición”.

Por lo demás, tampoco debe extrañar a nadie que se hubiera consagrado como modalidad gubernamental del argumento la adjetivación descalificadora. Se insulta al crítico, jamás la base de la crítica. Desde luego, ese ejercicio tiene sus riesgos: resulta que es la ignorancia de Vargas Llosa la que nos hace ver una dictadura en Cuba y una seguidora en Venezuela; y más riesgos cuando el descalificador le enseña al crítico lo que tiene que hacer: a la Iglesia Católica, que se dedique a las almas, y a Vargas Llosa, que sólo haga literatura. La política, la opinión, el punto de vista divergente y la visión diferente son exclusividad de un campo cuyo dueño es el Gobierno.

Asumo que debe ser doloroso y difícil para un Gobierno verse expuesto mundialmente por un señor que, como Vargas Llosa, es hoy por hoy tan respetado. Pero se debería pensar con un poco de mesura antes de hacer el ridículo llamándolo ignorante. El autor es analista político (La foto Vargas Llosa visitando a los inmigrantes en Estocolmo donde los estudiantes de 18 países le ofrecieron un homenaje)

con una cena ofrecida por los Reyes de Suecia en el Palacio Real de Estocolmo finaliza oficialmente la Semana Nobel