NERUDA
En el Cine Club
asistí el “Lunes de película” a ver el film chileno que tiene el título del poeta
a quien conocí en Santiago gracias al dramaturgo Pedro de la Barra, esposo de
una familiar, en agosto de 1952.
En ese año
justamente, Neruda retornaba de su periplo europeo. Ya había alcanzado la fama
de diplomático protector de las víctimas de la guerra civil española, poeta
relevante y polémico. Recibido con repudio y temor por los círculos
conservadores de su patria, con esperanza y enorme expectativa por el verdadero
pueblo de Chile. Me interrogó interesado por la revolución de abril y del porvenir de Bolivia en justicia
y redención social. En ese entonces, yo no conocía su hermosa trayectoria de
poeta titular del partido de Emilio Recabarren comprometido con la lucha obrera
que iniciaba el ascenso de Salvador Allende, el gran médico chileno victimado como nuestro
Gualberto Villarroel.
Tampoco sabía
que llegó a senador apoyando a Gabriel Gonzales Videla, personaje que una vez
posesionado arrasó con todos los comunistas y demócratas de su país. El senador
Neruda lanzó su catilinaria, “Yo acuso”,
en el congreso, pasó a la clandestinidad y fugó por la cordillera hacia
Argentina perseguido por los esbirros del traidor.
De eso trata la
película chilena de Pablo Larraín, premiada y calificada como la Mejor Película
Extranjera. Si bien, el actor tiene alguna semejanza fisonómica con el poeta, ésta
resulta -para quien conoce la grandeza de su epopeya existencial- equivoca y contradictoria.
El bardo del Canto General mostrado
con torpeza, frecuentando lupanares, bailando desnudo entre meretrices, besado
por otro de sexo equivocado, grosero en su parlamento, coprólalo a la chilena,
ordinario, alcohólico, vulgarizado al extremo. Delia del Carril, la mejor
lograda así como la breve actuación del Judas americano, el autor de la Ley
Maldita. El detective que lo persigue deconstruye el mito “jugando un poco con
su figura”, aparece con frecuencia petulante a lo largo del film y es la voz
relatora que no es posible asumir por el fracaso total del sonido y el discurso
incomprensible del acontecer humano tratado. La fotografía imprecisa quiso
ofrecer una atmósfera poética de irrealidad sin lograr éxito. En resumen, para
mi sentir afectivo admirador de lo clásico, resultó una ofensa al sentimiento,
al poeta y a la poesía.
Es criticable
la intencionalidad desmitificante propuesta por la postmodernidad. El film es un
mediocre trabajo del género policial, ninguna siembre de grandeza, de mensaje
educativo, de relevancia artística. Comparada con El Cartero, se aplazó vergonzosamente.
En 1971, Neruda
ganó el Premio Nóbel de Literatura. Sus numerosas obras ganaron el mundo. En
Machu Pichu generó el más importante homenaje al hombre americano, sus Odas nos
aproximan a la esencia de la naturaleza , su canto de prosa poética es sublime,
su trascendencia política y literaria
constituye un legado cultural superior. En el Estadio Nacional expresó a su pueblo: “Ya pasara la tierra de las manos de los saciados
a las manos de los hambrientos. Gracias
por el reconocimiento que otros nuevos poetas recibirán también de ustedes.
Porque la vida, la lucha, la poesía, continuarán viviendo cuando yo sea un
pequeño recuerdo en el luminoso camino de Chile”.
Decididamente,
nuestros films “Boquerón” y “Juana Asurduy de Padilla”, son
superiores en calidad artística y en mensaje.
Gastón Cornejo Bascopé
Cochabamba, abril 2017