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sábado, 19 de diciembre de 2015

destaca Carlos Mesa el trabajo de la Vicepresidencia para editar 200 obras literarias, representativo de los 200 anos de la existencia de Bolivia. obras que abarcarán toda la rica gama literaria que ha generado la intelectualidad boliviana y el aporte financiero y organizativo del Estado para hacer realidad el producto bibliográfico de la Nación.

Bolivia no es una excepción en la ruta de encontrar un canon que sea capaz de reunir lo más significativo de la producción escrita del país. A lo largo del siglo XX y lo que va del XXI se hicieron diversos esfuerzos para reunir las obras fundacionales de nuestra literatura y de nuestros aportes intelectuales en varias disciplinas. Mencionaré a título simplemente referencial la colección del Sesquicentenario de la República (1975) que publicó, bajo la dirección de Jaime Sáenz, una treintena de obras que en su inmensa mayoría son ejemplos significativos del quehacer intelectual de la nación.
La Biblioteca del Bicentenario se inscribe en ese derrotero pero es, con mucho, el proyecto más ambicioso y completo de los que se han ensayado hasta hoy. Los orígenes del emprendimiento nos refieren a los primeros años de este siglo. En mi propio Gobierno se pergeñó la posibilidad, bajo la iniciativa de José Antonio Quiroga y la editorial Plural de publicar una colección de obras fundamentales (valga el paréntesis para destacar, entre los aportes privados, que Guttentag desarrolló la notable colección “Enciclopedia Boliviana” y que el mismo Quiroga ha creado la serie “Letras Fundacionales”). La idea no concretada entonces se mantuvo viva y tuvo eco en la gestión del actual Vicepresidente. Más allá del incuestionable mérito de quien, ya citado, hizo la propuesta y desarrolló el concepto editorial, es de justicia destacar el compromiso explícito de Álvaro García Linera que con un presupuesto adecuado asumió el desafío y lo concretó sobre la base de parámetros razonables y medibles. Para ello invitó a un destacado grupo de intelectuales que formaron un comité que escogió las que, en su criterio, son las 200 obras más importantes de nuestras letras (número arbitrario sin duda, pero vinculado simbólicamente a los años que tendrá la Nación en 2025), no sólo del período republicano sino de toda nuestra historia. Hecha esa selección después de varias reuniones de comisiones temáticas, se determinó darle la responsabilidad de las ediciones a especialistas, de modo que cada obra tenga un estudio introductorio, apuntes y notas que le provean de un adecuado contexto. Se decidió también recoger la temática más amplia y abarcadora posible. De ese modo, la Biblioteca recoge obras de historias y geografías, letras y artes, sociedades y diccionarios que incorporan una visión plural de Bolivia.
Bajo el paraguas de la Vicepresidencia y su brazo intelectual, el Centro de Investigaciones Sociales, un equipo de profesionales como Amaru Villanueva, Marco Montellano, Martín Zelaya, Alba Paz Soldán, Godofredo Sandoval, María Luisa Soux, Mauricio Souza o Sergio Vega, entre otros, se ha dado a la tarea de hacer realidad la publicación de las 200 obras escogidas.
Podría entrar en la polémica sobre la pertinencia o impertinencia de los libros escogidos, no lo hago porque ya se ha abierto un amplio debate en torno a la cuestión, pero sobre todo porque lo que cabe es reconocer el invalorable aporte de la Biblioteca, por su existencia en sí misma, porque cuando menos el 70 por ciento de los títulos escogidos son indiscutibles y, sobre todo, por algunos criterios que no se pueden pasar por alto. El primero: se ha decidido hacer tirajes promedio de entre 3.000 y 4.000 ejemplares por obra, de los cuales una buena parte se destinará a bibliotecas nacionales, departamentales y municipales, otra parte se destinará a distribución e intercambio con centros académicos y bibliotecas de primer nivel internacional y, finalmente, una parte significativa se venderá a precios muy bajos y accesibles a cualquier lector en instalaciones de la Vicepresidencia y en librerías comerciales. El segundo: la edición tanto en rústica como en tapa dura, es de excelente factura en buen papel y correcta diagramación e impresión, lo que le da un gran valor agregado. Tercero: los ya citados estudios introductorios especializados y el cuidado de la edición. Cuarto: la decisión de incorporar varias antologías que intentan abarcar del modo más exhaustivo posible temáticas que en el pasado no se habían considerado, como la literatura infantil, la gastronomía, el deporte, la farmacopea, los textiles, las tradiciones, los mitos, etc.
Que el Estado destine un presupuesto importante para pagar derechos de autor, consultorías, estudios, diagramación, edición general e impresión, es algo digno de destacarse y que no ha sido habitual. Sería deseable que el equipo que trabaja el día a día de la Biblioteca tuviese garantizada su labor en el largo plazo, hasta tanto la Biblioteca haya sido completada, labor que demandará varios años si consideramos que el plan general estima la publicación de entre 15 y 20 títulos por año.
La Biblioteca contempla autores como Arzans del periodo colonial, Moreno del XIX, Jaimes Freyre del XX; bolivianos como Tamayo, estadounidenses como Lofstrom, franceses como D’Orbigny, españoles como De Ribera, indígenas como Poma de Ayala o Choque...una pléyade que retrata la rica complejidad de los aportes intelectuales sobre nuestro complejo entramado socio cultural a lo largo de siglos.
Por todo ello, me parece pertinente hacer un elogio por encima de las reservas, las susceptibilidades, las mezquindades y las presunciones en torno a lo que se debió haber hecho y no se hizo. Lo que corresponde es aplaudir lo que se está haciendo, porque está bien hecho, a pesar de ser evidente que como toda selección está sujeta al error, el sesgo, la omisión o el exceso. La Biblioteca del Bicentenario es ya uno de los aportes bibliográfico más importantes que haya encarado el país, y lo es desde la responsabilidad que corresponde: la del Estado.

El autor fue Presidente de la República.