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domingo, 10 de febrero de 2013

si bien en prosa, el texto de Gastón Cornejo da pie otra vez para reminiscencias culturales, más todavía si del mismo participa Hugo Bilbao La Vieja emporio de conocimientos sobre el quehacer espiritual...

Gran exposición retrospectiva del artista Avelino Nogales, 60 cuadros, obras de arte plástico con las que se inició la pintura moderna en Cochabamba. Numerosos trabajos de arte diseminados en propiedades particulares, municipales y en el exterior de la República. Una de ellas de excelente factura la encontré en el salón de la señora Magaly Blanco de Vicente Rojo, en Madrid. Era el retrato de su abuelo el Dr. Cleómedes Blanco Ferrufino, gran personaje de rostro altivo con una medalla al mérito otorgado por el Congreso del Perú por sus servicios profesionales durante el bombardeo de España al Callao. 

Al observar los retratos del catálogo que la Fundación Patiño entregó a los visitantes, comentábamos con el Dr. Hugo Bilbao La Vieja, personaje versado en cultura y con el artista José Rodríguez, agregado cultural en la embajada de Bolivia en México sobre la calidad artística. Está su amigo Simón Iturri Patiño, su familia y numerosos cochabambinos eternizados por la paleta del insigne pintor, aseguré. Rodríguez explicó algo fundamental: “La fotografía recoge todos los rasgos del retratado pero no el alma que subyace al interior, tampoco capta la atmósfera que rodea al personaje, y eso es lo bellamente logrado en las pinturas de Avelino Nogales, la atmósfera concede sublimidad a la figura, el color que envuelve al motivo pictórico. 

Relaté que uno de los cuadros principales de la pinacoteca de la Casa de la Cultura era un Nogales con la alegoría de un indígena valluno con el brazo en alto amenazando con una mak´ana al León de Iberia. El mensaje tenía contenido profundo, la forma y el colorido eran extraordinarios. Mas, por informe de Max Munkel supe que se encuentra en reparación “imposible”, ya que algún comedido inexperto echó sobre el lienzo un elemento abrasivo que encogió la pintura dejándola inobservable. Otros cuadros se extraviaron o perdieron la firma del artista o las placas de autoría.

A ese propósito el Dr. Hugo Bilbao La Vieja trajo a la memoria un relato delicioso: El Dr. José Quintín Mendoza, gran político, libelista y munícipe, con una autoridad superlativa. En el Concejo Municipal donde le cupo actuar, el Presidente era otro personaje contemporáneo de los mismos quilates, don Venancio Jiménez que también gozaba de una autoridad temible. Dos personajes solemnes, que daban miedo. Quintín Mendoza, había sido elegido para integrar la comisión que tenía por misión la ejecución de los malecones defensivos del rio Rocha; jaulas de piedra envueltas en malla metálica para que el rio choque y desvíe su curso. 

Por vanidad o no se sabe porqué, don José Quintín Mendoza cumplió todo el cometido pero en cada malecón había colocado una plaqueta con su nombre para demostrar su autoría. De este detalle se había anoticiado el presidente Jiménez y en plena sesión del Concejo lo quiso agraviar y con voz autoritaria le preguntó: “¡Dr. Mendoza, con qué autoridad usted ha colocado su nombre en los malecones del río Rocha! ¡El Concejo Municipal quiere saber por qué! José Quintín Mendoza se levanta y con su vozarrón grueso contestó: “Señor presidente, yo he puesto mi nombre en los malecones, con el mismo derecho que Ud., ha puesto su placa de abogado en la casa de su mujer!

Sabrosa anécdota que viene a bien en tiempo de carnaval. Espero se hagan otras con motivo del destripamiento de las calles, de los basureros infectos, de la ausencia de las serenatas y de las chicherías tradicionales, de la suciedad y del mal carácter de los cochabambinos.