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lunes, 16 de enero de 2012

Juan Huallparimachy, El Santo Cristo de Mondragón y Serenata Potosina en las crónicas del teatro potosino.


Aportes para una historia del teatro en Potosí.
Mauricio Aira

El libro de Carlos Cordero sobre el Teatro en Los Andes, o algo por el estilo y la rememoranza de Humberto Vacaflor sobre el teatro en Tupiza bajo la batuta de Liber Forty, nos inspira a evocar recuerdos del teatro popular en la Villa Imperial de Carlos V, Potosí que ha cultivado el arte teatral desde siempre, especialmente durante la Colonia, en la época Republicada y en los tiempos modernos. Sin ánimo de extenderme en generalidades apelo a dos sucesos. El teatro histórico o la recopilación de las famosas crónicas potosinas, por el malogrado José Zárate (Pepe) que habiendo vivido fuera de Bolivia, en Colombia y Perú, regresó a la Villa, pletórico de entusiasmo y trabajó primero en los manus de dos obras que recuerdo bien Juan Huallparimachy (el poeta indio que hacía hablar a las aves) y El Conde de Montecristo, extraordinaria narración que se cuenta entre lo más granado y exquisito de la tradición colonial, con todos los ingredientes de la época, el esplendor de la riqueza minera, la nobleza espanola allí asentada, el sentido religioso de la sociedad criolla que se sentía promovida por los españoles de origen con los que competía en boato y religiosidad.
La segunda época pertenece al teatro de variedades, más bien al género de la revista popular, taquillera que recogía sin embargo valores apreciable de la vida política, social, económica y del arte musical, de la danza, del vestuario y de la picardía. Me refiero a Celso Peñaranda insigne potosino que montó en La Paz, una tras otra revistas, como la conocida nacionalmente "Serenata Potosina" que nos hizo vivir días de emoción, de alegría, de música y danza.
Volvemos a Huallparimachy que encarnaba el mismo Pepe Zárate, su habilidad era tal que logró engarzar en su obra teatral la parte creativa del poeta, hijo nacido del príncipe bastardo, hijo de Carlos V y que vivió en Potosí poco menos que en el anonimato, apareado , dicen, con una princesa inca. Lo evidente es que el poeta asume la lucha independentista y participa en la guerra de guerrillas contra la Colonia en los años del proceso librado hasta la fundación de la República en 1825. El guionista, con una energía e inspiración únicas, reconstruye la historia de Juan, y ofrece pasajes de su existencia en medio de aventuras románticas, lucha fratricida, creación poética y efluvios patrióticos. Qué no daría por encontrar alguna vieja copia de los escritos de José Zárate, invalorables textos que estoy seguro más de un contemporáneo debe conservar en Potosí.
La otra obra es patética. La historia de María Saurara, la acaudalada chola cuya belleza y fortuna se lucía con brillo propio hasta que habiendo ocupado un sitio de privilegio en la catedral, muy cerca del altar mayor, en la celebración de la misa de gallo (Medianoche de Navidad) vino por detrás una dama de alta alcurnia, acompañada de apuesto consorte que levantando las polleras ampulosas de la Saurara, asestó tremendo palmazo que resonó por todo el templo, encendiendo de verguenza las mejillas de la criolla. Tamaña afrenta, semejante humillación no podía pasar desapercibida. Se retiró del templo catedralicio y pronunció un juramento. "Tengo que vengarme, del caballero español que ejecutó la humillación, de la dama supuestamente ofendida y de la sociedad potosina que, segura estaba la Saurara, había aprobado y sintiéndose corresponsable de la ofensa, nada hizo para pedirle perdón.
La segunda parte de la obra, es un modelo de imaginación, de ciencia ficción diría yo, de sutileza y crueldad...cuyo relato nos reservamos para más adelante.