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martes, 18 de septiembre de 2012

el texto que sigue de la original pluma de Pedro Shimose no encontraba acomodo porque pertenece al género cinematográfico. finalmente lo ponemos entre los poemas haciéndoles a los protagonistas un inmerecido honor


FICHA TÉCNICA. Título: El proceso del cambio / Producción: Boliwood Plurinational State Productions S.A., 2012 / Director: Álvaro García Linera / Guion: Álvaro García Linera / Fotografía: Álvaro García Linera / Música: Álvaro García Linera / Intérpretes: Álvaro García Linera y Claudia Fernández España / Actores invitados: Rigoberta Menchú y Adolfo Pérez Esquivel / Maquillaje: Gloria Limpias / Vestuario: Jean-François García y Manuel Mota / Script: Pablo Groux / Productor ejecutivo: Evo Morales Ayma / Productor asociado: Juan Ramón Quintana.
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Esta superproducción en versión tridimensional (Tiwanaku, Notaría Pública e iglesia de San Francisco) es candidata segura al premio Oscar. Lo que prometía ser un video familiar digno de la ocasión, se ha convertido en una obra de arte a lo Cecil B. De Mille. El amor tiene estas cosas porque, según los filósofos, el amor es una pérdida momentánea de la razón. Lo notable de esta película es que pasará a la historia del cine en calidad de documental. Es un testimonio irrefutable de la condición mestiza de Bolivia. En Tiwanaku se ofició una ceremonia a la usanza de los aimaras de hace 5.000 años, aunque nadie sabe cómo se casaban los aimaras hace 5.000 años. Lo que sabemos, gracias a las xilografías del cronista mestizo Guamán Poma de Ayala, es que el atuendo de los incas/quechuas no se parece en nada a los que llevaban el Cananchiri (El que ilumina, el que sabe, en idioma aimara) o sea, el novio; y la Cananaira (La de los ojos claros) o sea, la novia.
Del carácter mestizo de esta ceremonia dio cuenta el periodista Max Tórrez [EL DEBER, 10.09.12]. Este cierra su comentario diciéndonos que el ritual de Tiwanaku “nos demostró que es difícil librarse del colonialismo cultural”. ¿Y qué esperaba Tórrez después de 500 años de conquista y colonización europeas? Pasada la ceremonia nupcial se sirvió al público bebidas, comidas y postres ‘coloniales’. El Cananchiri, o sea, el novio, regó la tierra con alcohol (mal hecho, debió hacerlo con chicha. El alcohol es de procedencia árabe, importado por los españoles). Dicen que se sirvió ají de fideo (en realidad, fue ají de macarrones, que no es lo mismo). El macarrón es invento italiano, derivado del fideo importado de China por Marco Polo. (La papalisa brilló por su ausencia). Se bebió cerveza, invento egipcio industrializado por los germanos, en vez de chichita fermentada de la buena. La multitud lucía sombrero, pantalón, camisa, chaqueta y chaleco (inventos europeos) y en el aire flotaba un aroma a incienso, producto asiático importado por los misioneros católicos (¿y por qué no un sahumerio de hojas de coca?). Todos calzaban zapatos, en vez de abarcas. En fin, no solo es “difícil librarse del colonialismo cultural [europeo]”. Es imposible. El eterno retorno es eso, un mito.
Al día siguiente, el Cananchiri dejó de ser “el que ilumina, el que sabe” para convertirse en lo que realmente es: un mestizo boliviano. Primero pasó por la Notaría a firmar los papeles según el Derecho Civil napoleónico, y después asistió a la iglesia de San Francisco, a casarse por la Iglesia, según el Derecho canónico. Con este acto se comprobó que la dialéctica hegeliana de hace 175 años no puede con la paradoja cristiana de hace 2.000 años. ¿Por qué se casó este jacobino-katarista por la Iglesia? El ministro Juan Ramón Quintana lo explicó mejor que nadie: “Es un acto de amor y caridad”, dijo. ¡Dios mío, el capitán Quintana se nos ha vuelto místico! ¿Somos o no somos mestizos, además de folclóricos? // Madrid, 18.09.2012.