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jueves, 24 de noviembre de 2011

Alcides Parejas se refiere a la personalidad de Teresa Gisbert arquitecta, docente, creadora de arte y activista por la conservación del patrimonio cultural. recia figura que dignifica a la mujer boliviana en el parnazzo cultural y artístico

Estamos viviendo una etapa tenebrosa de la historia del país en la que estamos contemplando la destrucción sistemática de la bolivianidad, la mayor parte de las veces acompañada de nuestro silencio cómplice. En medio de este panorama perverso que cada vez se hace más espeso y difícil, hay de tanto en tanto unos actos que son como oasis en medio del desierto. Me refiero al acto en el que se homenajeó a doña Teresa Gisbert Carbonell.

El Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB) ha tenido el gran acierto de conceder el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanas, en la categoría Trayectoria Intelectual, a la Arq. Teresa Gisbert, “por su contribución al desarrollo de las ciencias sociales, en la historia del arte, la arquitectura, el conocimiento y preservación del patrimonio nacional y la cultura”. Doña Teresa se merece esto y mucho más.

Es de todos conocida la figura de Teresa Gisbert, investigadora y docente. Esta figura está estrechamente unida a la de don José de Mesa, su esposo: son como las dos caras de una moneda, diferentes, pero que forman parte de una unidad tremendamente sólida. Gracias a la labor tesonera, transparente y luminosa de esta mujer excepcional hoy estamos en condiciones de hablar de la cultura boliviana como una creación original que perdurará en el tiempo. Teresa Gisbert, por otra parte, está íntimamente ligada a la docencia universitaria y es –confesada o no—maestra de muchas generaciones de arquitectos e historiadores del arte de la Bolivia y de muchos de los países andinos. Finalmente, Teresa Gisbert se destaca como una figura pública que dirigió durante muchos años las principales instituciones culturales del país, en las que dejó su impronta.

No quiero dejar pasar esta oportunidad para referirme a Teresa Gisbert como persona. He tenido el privilegio de estar muy cerca de ella; verla actuar en el trabajo, en la administración pública, en la cátedra, pero sobre todo como amigo tanto en el Chocolate de Abela como en innumerables viajes a través de Bolivia. Hija de inmigrantes españoles, doña Teresa es una boliviana ejemplar que ama apasionadamente este país, a pesar de los pesares. Es una mujer de una gran ternura, aunque a veces lo trata de disimular, no siempre con éxito. Mujer independiente, defensora de los derechos de la mujer sin caer en el feminismo estéril y facilón. Toda su vida ha tratado de conservar su individualidad (todos sus trabajos son firmados con su nombre de soltera); sin embargo, siempre ha tenido una relación excepcional con don José de Mesa, su esposo, con quien ha hecho la mayor parte de sus investigaciones. Es más, yo diría que doña Teresa es un ejemplo del amor que es para siempre, del amor que se da al tú, del amor generoso que siempre está dispuesto a dar.

Durante los ocho años que viví en La Paz, una vez por semana asistía con mi mujer al Chocolate de Abela, una especie de tertulia literaria de la que formaban parte, entre otros, los Mesa Gisbert. Esto me acercó mucho a Teresa y consolidó nuestra amistad que dura hasta hoy a pesar de la distancia.

Doña Teresa Gisbert Carbonell se ha dejado el pellejo por Bolivia, porque la ama apasionadamente. Doña Teresa Gisbert Carbonell sigue trabajando por Bolivia, porque es de las que piensa que obras son amores. Gracias a Dios, tenemos Teresa Gisbert Carbonell para rato.