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lunes, 26 de mayo de 2014

"escucha hermano la Canción de la Alegría..." primera frase del Himno a la Alegríaque todos hemos aprendido a cantar, en la Iglesia, en las ceremonias cívicas, y hasta en mítines internacionales...de esta melodía, su interpretación por la Filarmónica de Cochabamba, nos habla Gastón Cornejo con esa exquisita sensibilidad que exhibe todos los lunes en OPINION.

La Orquesta Filarmónica y sobre todo la Capella de Cochabamba estuvieron magníficos interpretando la IX Sinfonía de Beethoven bajo la selecta dirección de Augusto Guzmán en el Portal, fue el mejor homenaje a los 190 años de su creación.

Romain Rolland relató así sublime grandeza: “La alegría desciende del cielo envuelta en una calma sobrenatural. Con su hálito leve acaricia los sufrimientos, y la primera impresión que causa es tan tierna, cuando se desliza en el corazón que sufre. El tema de la alegría va aparecer por primera vez, la orquesta se detiene bruscamente, hay un silencio repentino que da lugar al canto ofreciendo un carácter misterioso y divino. Cuando en seguida el tema pasa a las voces, en las más bajas aparece primero con un carácter serio y un poco opresivo; pero poco a poco la alegría se apodera del ser. Es una conquista, una guerra contra el dolor. Y he aquí los ritmos de marcha, los ejércitos en movimiento, el canto ardiente y anhelante del tenor; todas estas páginas estremecedoras en las cuales se cree percibir el aliento mismo de Beethoven, el ritmo de su respiración y de sus clamores inspirados cuando recorría los campos componiendo su obra, transportado por un furor demoníaco como un viejo rey Lear en medio de la tempestad. A la alegría guerrera sucede el éxtasis religioso, luego una orgia sagrada, un delirio de amor. Toda la humanidad palpitante que tiende los brazos al cielo, levanta clamores poderosos, hacia la alegría y la escucha sobre su corazón”. Esta hermosa novena sinfonía fue preparándose desde 1817 y seis años después, un 7 de mayo de 1824 tuvo lugar la primera audición en Viena. Describe la realización de la utopía de la sociedad humana al final de los tiempos, la del humanismo profundo en su epílogo grandioso: La Nación Humana Universal. 

¿Y qué poesía musicalizó el Dios de la música? ¿De quién? El Himno a la Alegría fue escrito por un médico poeta. Una Oda del Dr. Federico Schiller (1759-1805) escrita en 1785. Nacido en Marbach Alemania, de la escuela romántica. Tuvo de padre a un barbero cirujano, de madre a una dama de grandes cualidades intelectuales que dirigió su destino literario. Influido por Plutarco, Goethe, Shakespeare, Rousseau, estudió Teología que luego abandona por Derecho; finalmente, Medicina. Goethe apoyó su nombramiento como profesor en la cátedra de Historia en la universidad de de Jena. El Duque Carlos Augusto le otorgó título de nobleza y pensión asegurando su porvenir y sus grandes creaciones literarias. 

Al Dr. Friedrich Schiller le fascinaron las fronteras entre la Medicina y la Filosofía, entre lo somático y lo espiritual. Su tesis tituló “Filosofía de la Fisiología”. Su contacto con la medicina fue relevante pues su naturaleza inclinada a la abstracción y a la reflexión, le permitió reconocer el valor del pensamiento objetivo. Fue médico militar del Regimiento de los Granaderos en Stuttgart. Durante las visitas acostumbraba a declamar en voz alta sentado al borde de la cama en lugar de observar y examinar a los enfermos. Su vocación le había mostrado el camino a emprender y fue el más eminente poeta dramático de la lengua alemana. 

En su poema expuso un mensaje sublime que, con la música nacida del alma de Beethoven, adquirió extrema grandeza: “Adonde alcance tu suave ala, allí se pose la suave ala, todos los hombres se hermanen" ¡Abrazaos multitudes en un beso universal! ¡Hermanos! ¡Tras el inmenso espacio debe estar un Padre amado! ¡Morar debe sobre astros! ¡Alegría! ¡Alegría!