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domingo, 29 de julio de 2012

no cesa el homenaje a Jorge Ruiz, esta vez de la pluma autorizada de Carlos Mesa quién también es un documentalista y productor notable


Lo conocí en el final de los años 70. Tenía entonces poco menos de 60 años y era aún un mar de vitalidad. Algo que me impresionó mucho de él es que parecía no tener conciencia de la trascendencia de su obra, una falta total de sentido de la historia, a diferencia del otro gran cineasta coetáneo, Jorge Sanjinés.
Es que Jorge Ruiz era y se consideraba un artesano, un término que durante mucho tiempo estuvo devaluado por quienes desde una mirada intelectual creyeron que el único cine valioso era el de autor.
Dijo siempre que lo que hacía eran películas “de a perro”, extraña frase. Probablemente lo que quería expresar eran dos cosas, que no le daba demasiada importancia a su rol, y que cada trabajo cinematográfico valía solo en el momento en que se hacía.
Lo que me queda claro es que su alma estaba en los ojos, tenía una capacidad extraordinaria para mirar el mundo a través del lente, para saber cómo definir un encuadre, como mover la cámara, como integrarla a sus personajes, como hacerla invisible y lograr resultados de una belleza plástica inconmensurable. No era un estilista y menos un esteticista. Nada de lo que hacía era gratuito, era funcional al guión, a la narración y sus ritmos.
Ruiz comenzó a filmar antes de cumplir los 20 años. Pasó de los estudios de agronomía a la mágica camarita familiar de 8mm y no paró. Su tándem con Augusto Roca –un indagador impenitente de las técnicas y posibilidades del cine– fue inestimable. De la mano del “gringo” Kenneth Wasson entró al mundo de las cámaras de 16mm y al trabajo profesional. Quizás el periodo que media entre 1948 y 1958 es el fundamental de su obra cinematográfica y del documentalismo boliviano, a despecho de películas posteriores como Mina Alaska (1968) o Volver (1970).
Ruiz realizó su trabajo con gigantes de nuestro cine como el inolvidable guionista Óscar Soria o Luis Ramiro Beltrán; filmó fuera del país y se codeó real y figuradamente con grandes documentalistas. Acompañó por ejemplo a Harry Watt en la película Miles como María y es evidente que la sombra de Robert Flaherty o del Einsenstein de ¡Qué Viva México! planean sobre su obra. Construyó bajo esas influencias y sobre su propio talento, un estilo personal cuyo punto más alto es Vuelve Sebastiana (1953).
La historia de Sebastiana es una metáfora que crece con los años, tiene que ver con la complejidad del mundo andino, con el inevitable punto de quiebre entre tradición y modernidad, a la vez que con un premonitorio momento de congelamiento histórico. El filme se cierra con las sombras alargadas de las viviendas circulares de los chipayas proyectadas por el sol poniente de las alturas, que parecen cubrir a la pequeña niña protagonista. Mientras, una voz le dice “Sebastiana, los siglos te están contemplando”. Vuelve Sebastiana es un retrato intenso y descarnado del encuentro de dos pueblos indígenas, el chipaya y el aimara, con sus propios miedos, su mutua desconfianza, su visión encontrada en un mundo entonces subterráneo que anuncia el tiempo venidero y sus desafíos. Más de medio siglo antes de 2009 y como producto del proceso histórico que le es contemporáneo, Ruiz adelanta en esta película la existencia de culturas que parecían entonces enquistadas en algún otro planeta, infinitamente lejanas al mundo urbano “civilizado”. Probó entonces cuán fuertes eran ya las lecturas que permitirían la reunión de los fragmentos del gran rompecabezas boliviano.
Hombre de hablar pausado, de notable humor y de una gran vitalidad, nunca hizo cuestión con las ideologías. Para él hacer cine estaba más allá de todo. Dirigió el Instituto Cinematográfico en tiempos del MNR, hizo la serie Aquí Bolivia en el Gobierno de Barrientos, realizó documentales para Banzer, participó en la producción de videos para Paz Estenssoro en los 80, y contribuyó con imágenes a la campaña de Sánchez de Lozada en 1989. No en vano había hecho cine junto al expresidente en los años 50, con ejemplos tan notables como Un poquito de diversificación económica (1955), el docu-ficción emblemático del cine de propaganda política.
Estar detrás de la cámara lo era todo para él. Cuando a fines de los 90 la edad y los achaques lo obligaron a dejar La Paz, este chuquisaqueño de nacimiento y paceño de espíritu, comenzó a apagarse. Tuvo que dejar de hacer lo que era la razón de su vida, mirar su entorno pensando en encuadrarlo para que las imágenes se hicieran movimiento a 24 cuadros por segundo
Ruiz ha dejado una lección mayor a las nuevas generaciones. La pasión por el trabajo, la idea del cine como una obra artesanal, el desprecio por las pretensiones de grandeza, algo que el medioevo tenía claro. No había grandes arquitectos diseñando las magníficas catedrales góticas que hoy admiramos, había dedicados artesanos que se empeñaban en hacer lo que sabían hacer. Nunca se les pasó por la cabeza que ellos terminarían en el edificio, simplemente edificaban la parte que les tocaba.
Ruiz, el gran artesano del cine boliviano, contribuyó de manera decisiva a labrar una historia que sus herederos debieran respetar de una sola manera, haciendo bien su trabajo.  

El autor fue Presidente de la República

sábado, 28 de julio de 2012

Gunnar Zapata nos brinda un tierno homenaje tras de su propia vivencia de Jorge Ruiz el gran cineasta fallecido hace pocas semanas

Fue, cuando tenía 8 años, que escuché por primera vez el nombre de Jorge Ruiz Calvimonte. Era en una publicación internacional, donde se presentaba un listado de las diez mejores películas bolivianas. Encabezada la misma “Vuelve Sebastiana”, un cortometraje de 28 minutos. “Vuelve Sebastiana” da a conocer una realidad cotidiana, pero ignorada de la Bolivia de la década de los cincuenta. Relatada por el eximio Luis Ramiro Beltrán, es la obra prima de la cinematografía indígenista, establece en la memoria de sus espectadores, una historia exquisita de la Bolivia Uru Chipaya, con sensibilidad auténtica. La mente humana, lamentablemente, generaliza acontecimientos y personas. Si bien “Vuelve Sebastiana” es uno de los más conocidos aportes de Jorge Ruíz, entre sus obras destacan además: “La Vertiente” y “Mina Alaska”, “Los Urus”, “Donde Nació un Imperio”, “Los Ximul” (Primer Film sonoro de Guatemala), “Laredo de Bolivia”, “Los Yamparaes”, “Altiplano”, “Caminos de Piedra”, ”Los que Nunca Fueron” (Primer Film Sonoro del Ecuador), “Las Montañas No Cambian”. “La Vertiente” es el primer largometraje del cine sonoro boliviano y exhibe una historia de amor en medio de una problemática social: la mortalidad originada por el consumo de agua sórdida. Destaca en el relato de esta película, la interpretación de canciones de uno de sus protagonistas (Raúl Vaca Pereira), en concordancia con las películas musicales de aquella época.

Las grandes obras son la extensión de las grandes personalidades. Las obras de Jorge Ruiz son tan fabulosas como fabulosa fue su personalidad. La humildad es la principal característica de una verdadera grandeza y tal característica la encontré en su persona, cuando tuve la oportunidad de conocerlo. Por ello, celebré la iniciativa de Elena Ferrufino C., de sugerir a las autoridades universitarias la otorgación del título de “Doctor Honoris Causa” al maestro Ruiz. Celebré mucho más, cuando esta iniciativa tuvo lugar en noviembre de 2011, cuando reunidos nuevamente, Jorge Ruiz y Luis Ramiro Beltrán, fueron distinguidos con el más alto reconocimiento de la Universidad Mayor de San Simón. Las distinciones deben ser realizadas, en vida. Agradezco a Dios por las ocasiones donde pude intercambiar palabras y sentimientos en las breves conversaciones sostenidas con el maestro Ruiz. Agradezco a su familia por difundir sus obras y todo el apoyo otorgado a los nóveles productores nacionales. Quedará en mi memoria, las experiencias que compartí con el excelso cineasta y relataré, entusiasmado, a mi pequeña hija Rebeca, sobre el extraordinario suceso de conocer al más grande en la cinematografía indigenista en Bolivia y el mundo.

miércoles, 25 de julio de 2012

La Prensa ofrece una sentida crónica sobre JORGE RUIZ notable cineasta sucrense que acaba de fallecer en Cochabamba


Fue uno de los cineastas más importantes del país. El exponente y realizador de Vuelve Sebastiana será enterrado hoy en Cochabamba.
“Se comunicó conmigo el domingo (22 de julio) por la tarde y me dijo que fuera a visitarlo. Sus palabras, algo entrecortadas, fueron: ‘Ven, es urgente. Es sumamente urgente’. Ésas son las últimas palabras que escuché de él”, recuerda el escritor y biógrafo José Antonio Valdivia, en referencia a la última conversación telefónica que tuvo con Jorge Ruiz, quien falleció a las 03.00 de ayer a los 88 años de edad. 
El realizador se encontraba internado hace tres días en el pabellón de Neumología del hospital de la Caja de Seguro Social de Cochabamba, según detalló su sobrino, Óscar Ruiz. Los restos mortales de quien fuera pionero del cine nacional fueron velados ayer y serán enterrados hoy a las 11.00 en el Cementerio General. El familiar de la figura boliviana indica que la Gobernación de Cochabamba le asignó un lugar en un espacio para personas célebres. 
Vida y últimos momentos. El impulsor del cine documental boliviano nació en Sucre el 16 de marzo de 1924. Estaba casado con Marina Arellano desde 1949, con quien tuvo tres hijos, Guillermo, María Esther y Marina, esta última fallecida. Guillermo se encuentra actualmente en Ecuador filmando una película de tipo indigenista. Fue contratado por los pobladores de Otavalo, localidad de la provincia de Imbabura, quienes sabían que era hijo de Jorge Ruiz y lo invitaron.
De acuerdo con Verónica Piérola de Ruiz, esposa del sobrino, el célebre boliviano falleció a las 03.00. “Estaba muy bien, se veía lúcido. No sabemos qué pasó. Él fue siempre muy positivo y nunca se quejó de nada”, dijo. Mientras que su sobrino asegura que varios factores derivaron en el deceso del célebre director. “En principio, sufría de presión alta y de diabetes, hasta que debido al frío le dio gripe y eso le afectó a los pulmones”, sostuvo. Lo que se les comunicó desde el hospital fue que “se le desequilibró el corazón”. 
Además, agregan que tenía achaques de nervios, estrés y su estado de ánimo era producido sobre todo por su edad. “Me aburre estar con esto”, le dijo a Óscar Ruiz, en referencia a su salud, ya que también caminaba con la ayuda de un “burrito” (aparato ortopédico que da apoyo a las personas que sufren entorpecimiento al caminar). “Para alguien tan activo, su mayor tensión era eso”, dijo el familiar. 
Estos días, José Antonio Valdivia, escritor y amigo personal del cineasta, lo acompañaba en su temporal lugar de estancia en el hospital, pues su familia pretendía transladarlo ayer a su casa. 
Valdivia publicó en 1998 una biografía sobre Ruiz titulada Testigo de la realidad y prevé publicar una nueva edición a fines de año. La reedición implicará principalmente la inclusión de los premios internacionales que Ruiz ganó, entre ellos, el Premio Ciudad de Huelva, en 2003 en España, un reconocimiento a su trayectoria cinematográfica. Otro es el Premio del Smithsonian Institute, con la medalla del Bicentenario, en 2006. Ese galardón colocó a Jorge Ruiz a la altura de los más grandes cineastas del mundo.
“Lo recuerdo como una persona cálida, esencialmente lúcida. Como cineasta, como pionero del cine boliviano, todos lo conocemos como un gran documentalista, como el cineasta más histórico de Bolivia”, refiere Valdivia.
Su legado. Ruiz fue el pionero en el cine sonoro y en color. La primera película con audio que filmó fue Virgen India, en 1948, y un año después presentó Donde nació un imperio, filme que inició la era del color en la cinematografía boliviana. Ambas producciones, en codirección con Augusto Roca, tenían 15 y 20 minutos de duración, respectivamente. 
Asimismo, su primer largometraje, en contraparte el último en blanco y negro, fue La Vertiente (1958), pero, sin duda, Vuelve Sebastiana (1954) es la principal carta de presentación de Ruiz al mundo. La destacada película fue premiada en el país y el exterior, y, a casi 60 años de su estreno, es una auténtica joya del séptimo arte nacional. “Se va una época, un gran maestro. Él fue el primer cineasta que trajo premios internacionales al país”, declaró Mela Márques, directora de la Cinemateca, quien anunció una retrospectiva en su honor próximamente. Ruiz, en suma, evoca historias, pasiones, enseñanza y recuerdo que perdura. Quien abrió la senda para el cine boliviano es un referente histórico y social que las generaciones actuales tendrían que conocer.
“En mi biografía está todo lo que tenía que decir. Fue un gran ejercicio mental hacerla. Quienes deseen conocer más de mí, remítanse a ella o al sitio en internet (www.bolivian.com/jruiz)”.
Jorge Ruiz / Entrevista concedida a Franchesco Díaz Mariscal para la revista Cosas en 2002.
“Con Jorge Ruiz se va una época, porque él trabajó con todo el arco del cine boliviano, desde los inicios con Roncal, Óscar Soria y Jorge Sanjinés”.
Mela Márquez / DIRECTORA DE LA CINEMATECA
“Extrañaremos su visión, su lectura y su construcción del cine. Con Vuelve Sebastiana incursionó en esa búsqueda que los bolivianos tenemos de nuestro orígenes”.
Pablo Groux / MINISTRO DE CULTURAS
“Creo que es el que comenzó a redescubrir lo que podría llamarse ‘la otra Bolivia’, ya que a través de sus documentales se pudo entender mejor el legado indígena. Fue un hombre que forjó el camino para otros cineastas”.
Antonio Eguino / CINEASTA
“Murió el caballero del cine Don Jorge Ruiz. Lo único más grande que sus películas era su corazón. Hoy siento que pierdo a un padre, al hombre que me inspiró a amar el cine. Dios bendiga su alma”.
Juan Carlos Aduviri / ACTOR
23 de marzo pasado, Ruiz recibió el Premio Eduardo Avaroa a la tradición y la trayectoria del cine boliviano.
63 años. Es el tiempo que Jorge Ruiz estuvo casado con Marina Arellano. Con ella tuvo tres hijos.
Un soñador de filmes con sello boliviano
Jorge Ruiz soñaba con otra aventura cinematográfica en las zonas tropicales de Bolivia, como las que caracterizaron la producción de Detrás de los Andes. Tenía también el ambicioso proyecto de filmar un largometraje de ficción sobre la Guerra del Chaco, basándose en los relatos del libro Sangre de mestizos, 
de Augusto Céspedes, comentó Alfonso Gumucio Dagrón en una publicación de bolpress.com
1915 Este año se presentó al servicio militar. Y por su condición de agrónomo, se le asignó a 50 conscriptos para dirigir una granja de Tolapalca, Oruro.
1947 Fue el año en que Ruiz, con una cámara filmadora de 8 mm, realizó su primer filme titulado Viaje al Beni.
1949 Filmó La Virgen India en la Isla del Sol, la primera sonora del cine boliviano. Fue exhibida en el cine Tesla de La Paz.
1950 A principios de este año produjo Donde nació un imperio, de 20 minutos, y colaboró Alberto Perrin, y ésta sería la primera película en color.
1951 Ruiz y Roca testimonian la cultura y la naturaleza del mundo autóctono andino en Los Urus, su primer documntal antropológico.
1952 El cineasta se da a conocer mundialmente con su obra mastra Vuelve Sebastiana. El filme es pemiado por el municipio en 1956.
1991 Su obra fue vista en los Ángeles, Estados Unidos en una retrospectiva, al igual que en Buenos Aires Argentina.
2001 Fue distinguido con el Premio Nacional de Cultura y en 2003, el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva realizó un homenaje a la obra cinematográfica.
2006 El Smithsonian >Institute le otorgó a Ruiz La Medalla James Smithson Bicentennnial.Según esta institución el boliviano sumó 
109  filmes.

lunes, 16 de julio de 2012

hay tanta carga poética como política en la prosa de Gastón Cornejo referida a un texto de Chato Peredo convertido en trovador que se refiere al sordo y ciego al extraño habitante de Orinoca

Al alba de un domingo de invierno, pasado el Solsticio Andino, he leído tu trabajo en verso, cual Martín Fierro renacido en tu garganta. Al inicio me costó agarrar el hilo y la médula del relato en su quinta esencia expresado. Más, continuando lectura, inmediatamente escuché la música contenida y su fondo vibrando en eco de poesía, de patriotismo afinado. He enderezado las letras y las estrofas quemantes, he subrayado las que contienen misiles fuertes y dinamita en mensaje. Hay tonada resonante cantada en pensamientos de fuego, de música que hiere el alma, por la verdad y denuncia de actuales temas hirientes. TIPNIS, bancos, gasolinazo y empresas, y palabras desbocadas del mandatario cercado por avezados gañanes. 

El socialismo soñado va camino a la agonía, la corrupción de la mano, contramarcha de cocaleros y adulones con bandera en el Palacio, el Parlamento, en las calles; las pozas de macerado, en los parques, el tráfico de cocaína, el lavado de dinero, mal habido. Los que utopía soñamos, frustrados de indignación, renegamos del que ofreció gobernar obedeciendo. Un día propuse para él, el premio Nobel de la Paz y la política, más pronto nos dimos cuenta que otro era su sentir y poco a poco perdimos el amor al líder indio, y a su comparsa de sembradores de coca. Aquel extraño habitante de Orinoca que un día nos invitó a exponerle tres errores para corregir su actuar, para mejorar su gesto, para respeto brindar. Ahora es sordo y es ciego, de la humildad alejado; más amigo de los ricos y banqueros, de la oratoria extraviada, de adulones acosado sin medida ni clemencia. Lo único rescatable a aplaudir, es su firmeza en la agenda con Chile, mar con soberanía de nuestra costa perdida para acudir a La Haya. 

Yo me voy envejeciendo y veo el tiempo pasar, está más lejos el tiempo de construir socialismo, se ha perdido el camino que iniciamos con afecto, cuando pusimos el alma, nuestra historia personal, infinito patriotismo. No es honroso el accionar del político instrumento hoy ajeno al socialismo, sin rumbo ni ideología. Los camaradas de entonces no son los mismos o tienen otro pensar. Todo el proceso de cambio resultó una ilusión pasajera. No hay coraje, ningún cambio, todo es mentira y ficción. Luis Rico cantándole al viento, los del TPNIS calumniados y vejados en su propia dignidad. La hermosa Constitución, la que aprobamos marchando, debatiendo trasnochados, es herida cada instante por los mismos responsables. Al leer la hermosa canción del guerrillero Peredo, asumo que también él, carga los mismos pesares. Como Benjo Cruz, Néstor Paz, quisiera volver a joven para iniciar mi batalla con guitarra y con fusil, pletórico de ideología, acompañando al héroe de Teoponte. En los indígenas del Sécure, en quien dirigió guerrilla, identifico a mi Patria. En los seres que caminan defendiendo los derechos de la Madre Pachamama, amazónica y andina, por los legítimos fueros, reconozco la bandera de mis dorados años de antaño comunistas, de Allende y Neruda, de Elías Lafertte en Chile. Esa es la Bolivia pura, la del mañana, pletórica de dignidad, la de mis sueños errantes; esa la claridad, el ejército de seres que vale bien respetar. A mediados del año en curso, los TIPNIS retornan a su trinchera en el parque, a defender su familia, la mara y el cervatillo, contra los tráiler, los Caterpillar que cortarán el corazón de la selva. Tú guerrillero en reposo temporal, limpia el fusil, de su pátina polvorienta. La sangre teñirá de rojo los manglares en el Isiboro ardiente, caínes uniformados contra hermanos bolivianos, nuevamente. Es preciso despertar al Andante Caballero, a limpiar su yelmo y lanza, a Rocinante montar.

miércoles, 4 de julio de 2012

Pedro Shimose a partir de la correcta expresión nos lleva a confirmar "los ponchos rojos, brazo armado de la nación aimara que ya está en Irpavi y entre los militares de Montero" muy interesante


Pasmado, leí hace meses: “El máximo líder (sic) de los católicos” [EL DEBER, 10.10.11] en referencia al cardenal Terrazas, como si el prelado fuese un jefe político o sindical. Poco faltó que el redactor escribiera “el máximo líder del sindicato católico”, según acostumbra decir el máximo líder del sindicato cocalero, el mismo que hace unos días declaró, en Argentina: “Soy católico (¿?), pero estoy decepcionado de la Iglesia católica. En Paraguay fue la primera en reconocer al Gobierno de Franco. Y la semana pasada, en Bolivia, bendijeron el motín policial” [EL DEBER, 01.07.12].

Sépase que el cardenal no es líder de nada, sino apóstol, servidor de fieles y gentiles. Recuérdese que esa misma Iglesia católica ‘bendijo’ las marchas indigenistas y defendió los derechos de los manifestantes y bloqueadores cocaleros contrarios a Goni Sánchez de Lozada, encabezados por un diputado cocalero llamado Evo Morales y por Felipe ‘Mallku’ Quispe, líder de la Nación Aimara, hoy en el poder. En cuanto a que el presidente Evo sea católico o no –cuestión opinable– los Evangelios sentencian: “Por sus hechos los conoceréis”. Y si nos ceñimos a los hechos, lo único cierto es que don Evo fue coronado Gran Sacerdote de la Iglesia de Tiwanaku. ¿En qué quedamos?

La frase “las dotes de liderazgo (sic) de Hugo Chávez” [ED/ 19.05.12] es incorrecta. Debe decirse: “El liderato de Hugo Chávez”. El sustantivo ‘liderato’ se refiere a la condición de líder. El ‘liderazgo’ significa, en cambio, la “situación de superioridad en que se halla una empresa, un partido, un producto o un sector económico dentro de su ámbito”.

Un líder cívico cruceño escribió sobre “una ‘burguesía emergente’ (sic), donde militan cocaleros y su brazo operante, el narcotráfico, los contrabandistas y, además, una larga fila de funcionarios y dirigentes corruptos” [ED/ 08.12.11] ¡Ojalá hubiera una burguesía emergente! (La ‘burguesía nacional’ que soñaron los ideólogos del MNR). Ser rico no significa ser burgués, como ser pobre no significa pertenecer al proletariado. La burguesía es una clase social determinada por dos acontecimientos europeos del siglo XVIII: la Revolución Industrial, que no se produjo en Latinoamérica, y la Revolución francesa, cuya ideología sí influyó en nuestra lucha por la independencia. Por lo tanto, los masistas no son una ‘burguesía emergente’. En realidad, están consolidándose como una nueva oligarquía de orden étnico, cuyo objetivo es aimarizar Bolivia mediante la acción sincronizada de los grupos definidos muy bien por el mencionado dirigente camba. El brazo armado de la ‘nación aimara’, los ‘ponchos rojos’, ya están integrados en la Escuela de Irpavi y en la nueva Academia militar de Montero. Consolidada la conquista política del oriente y el control de la economía cruceña, ahora está en marcha la ‘revolución cultural’, tan mentada por el vicepresidente García Linera.

El asedio y conquista de las alcaldías y gobernaciones de Tarija, Beni y Pando (las de Santa Cruz están en pleno proceso), la ocupación de siete parques naturales de Santa Cruz y del Parque Isiboro-Sécure, en el Beni; el acoso al empresariado cruceño y beniano, y la declaración del 21 de junio como ‘Año Nuevo Andino Amazónico 5520’, feriado obligatorio en todo el territorio nacional (¡!), son expresiones de la estrategia aimara. Por cuestiones tácticas se le ha añadido el adjetivo ‘Amazónico’. Los bolivianos deben saber que los aimaras y quechuas jamás conquistaron la región amazónica de Bolivia. ¿A qué viene, entonces, eso de Año Nuevo Andino Amazónico 5520? Sobre esto seguiremos hablando.// Madrid, 04.07.2012.

lunes, 2 de julio de 2012

ilustrativo contar con descripción de la personalidad de nuestros poetas y autores como Manfredo Kempff de cuyo perfil se ocupa Enrique Fernández García


El día en que un intelectual se abstenga de pronunciar críticas feroces, causadas por los despropósitos del hombre, contravendrá su propia esencia. La naturaleza le demanda plantear sus objeciones sin ninguna clase de suavidades diplomáticas.
Si su autoridad se origina en las letras, tiene que usar la pluma para embestir al enemigo. Uno espera que, cuando censura las perversiones, esa voz carezca de dulzura, que no le tema a la incorrección política.

No necesitamos que su palabra nos sosiegue; precisamos, quizá con demasiada urgencia, ser incitados a cometer insubordinaciones. La tibieza es un mal que no conviene admitir como tolerable.


Lógicamente, esto no significa que se limite solo a expeler injurias, maldecir y amenazar con vapuleos al gobernante; sus acciones deben ser equilibradas.
Por suerte, hay todavía escritores que no edulcoran sus ataques a la idiotez de las autoridades. Ellos son los que ayudan a percibir, con plena nitidez, las barbaridades de quienes no trabajan sino para desgraciarnos la existencia. Encontrar a esos especímenes resulta grato, pues permite constatar que no todos fueron doblegados por el régimen.
Valoro las meditaciones académicas que buscan explicar nuestra realidad. Mas, para que la persuasión sea totalmente segura, ese combatiente ilustrado debe ‘estallar’. Por cierto, son numerosos los autores que asumieron esta labor y, con excelencia, pudieron contribuir a su realización. Bolivia nos ha ofrecido variados exponentes; desde Alcides Arguedas Díaz, fustigador cual ninguno, los literatos de batalla no han faltado, menos aún en épocas signadas por las injusticias.


Sin duda, en los últimos años, las protestas de Manfredo Kempff Suárez han sido primordiales para vilipendiar al oficialismo. Sus incendiarios juicios -que no pierden ese respeto al idioma, por el cual tiene la condición de académico- reflejan aquella indignación despertada desde Palacio Quemado.


Es verdad que, excepto cuando cumplió funciones públicas, los cuestionamientos de Kempff al ejercicio del poder fueron frecuentes; sin embargo, el MAS lo irrita como nadie.
Esta es una consecuencia razonable porque responde a convicciones que lo acompañan durante toda la vida. En efecto, si uno analiza las composiciones que elabora, nota fácilmente su orientación ideológica. Él lo ha declarado en varias oportunidades: es un hombre de la derecha, una postura que muy pocos se atreven a reconocer como propia. Pregonar tal posición revela listeza e intrepidez.


Nadie puede negar las virtudes narrativas de Manfredo. Desde Luna de locos, cuya publicación fue alabada en distintos países, hasta Los violadores del sueño, la novela que presentó hace poco, sus aptitudes son evidenciadas sin dificultad.


Jorge Edwards elogió las destrezas literarias del autor, y ello no consiente refutaciones. Pero, en esta ocasión, me decanto por acentuar su faceta de ensayista.
Sucede que su estilo, regularmente inscrito en la tradición del panfleto, además de servir para infamar a los politicastros, posibilita desarrollar ideas, esgrimiendo alegaciones mediante las cuales el acercamiento a lo verdadero es dable. En esos textos, divulgados desde hace algunas décadas, uno halla fervor, pero también la lógica y lucidez requeridas para convencer al semejante de confrontar al déspota. Estas cualidades hacen que su presencia sea inexcusable.

(*) Escritor, político y abogado, caidodeltiempo@hotmail.com