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miércoles, 16 de abril de 2014

Demetrio Reynolds se gana un espacio en este sitio dedicado a los poetas y a los poemas. Demetrio se ocupa de Raúl Peñaranda, de la Vocera Amanda, y de Control Remoto que ha sido catapultado a la fama por obra de esta última y su descalificación del periodista "por ser chileno es malo", no había sido tal.

A los “sicarios intelectuales” no les interesa mucho el contenido, para ellos es sólo un “arsenal de rumores”. El adversario real es el autor, al que lo ven como a un opositor en la trinchera. Para combatirlo vale todo, incluso sofismas absurdos: por ser chileno, nada de lo que dice es cierto
La frase que se anota en el titular es de la Ministra de Comunicación; ella cree que será un golpe de esa índole el libro Control Remoto, de Raúl Peñaranda. Los mineros le han debido dar la idea de relacionar la mecha de la dinamita con la intención que se le atribuye al autor. Así lento, pero efectivo, sería el golpe contra el Gobierno; por lo que ella decidió defenderlo con otra “mecha” más violenta.
Como es usual, se ignora el mensaje y se ataca al “mensajero”. Peñaranda denunció que varios medios, entre ellos el periódico La Razón, los canales ATB, PAT, FULL TV de Santa Cruz, conforman una red paraestatal, cuya línea editorial se define en la Vicepresidencia: centro de coordinación al mando de la cúpula política del Gobierno. Sus conclusiones están respaldadas –según manifestó a la prensa– por datos recogidos a través de una investigación. Es un análisis crítico de la libertad de expresión en Bolivia.
Pero a los “sicarios intelectuales” no les interesa mucho el contenido, para ellos es sólo un “arsenal de rumores”. El adversario real es el autor, al que lo ven como a un opositor en la trinchera. Para combatirlo vale todo, incluso sofismas absurdos: por ser chileno, nada de lo que dice es cierto; la red paraestatal de medios no existe porque desde Página Siete, cuando era director, “realizaba campaña en contra de los intereses nacionales y de la demanda marítima”.
Otra vez el mar, de los cabellos. En los últimos años hubo tres instancias: la agenda con el mar sin soberanía, el intercambio de insultos con el presidente Alan García y el viraje emocional hacia La Haya. ¿Contra cuál de ellas hizo campaña el periodista? De haberlo hecho, no estaría descaminado. Pero no lo hizo. Ningún medio tampoco. A unos parece que les impidió la autocensura; a otros, la consigna de ensalzar, sólo ensalzar, la imagen del caudillo.
En cambio, una suerte excepcional tuvo el libro. Aún antes de su presentación, al autor le endosaron un formidable varapalo ministerial. ¡Qué afortunado! Como se sabe, el silencio es la pena capital. Si provoca alguna reacción, así sea negativa, es mejor, mucho mejor que la indiferencia. El primer libro de Vargas Llosa: La Ciudad y los Perros (1962), fue catapultado hacia la fama por un auto de fe inquisitorial que lo condenó a la hoguera. Como efecto, en seguida circuló la novela en todos los idiomas del mundo.
Algo similar sucedió con Control Remoto. Se dice que 500 ejemplares se agotaron en un instante. Ahora todo el mundo busca y quiere leerlo. ¿Será verdad que la Vicepresidencia impone una sumisión servil a los medios mencionados? ¿Será cierto que la Santa Inquisición medieval está de vuelta en Bolivia? Preguntas como esas reactivan el mecanismo psicológico del interés. De ahí que la demanda se disparó.
Poco interesan las respuestas; la escaramuza verbal y el best seller del libro son episodios eventuales. En mar adentro, se está librando una dura batalla mediática preelectoral; el Gobierno busca adjudicarse la victoria total. Con ese fin, ha cooptado todos los medios posibles y el monstruoso aparato funciona a toda máquina; también está en juego una serie de principios y valores que hacen a la democracia. La prensa del poder y el poder de la prensa son alternancias de la contienda entre periodistas leales a su profesión y los que dejaron de serlo al convertirse en peones de la politiquería, los que se internaron en la jungla primitiva sin retorno.
El autor es pedagogo y escritor.