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viernes, 23 de noviembre de 2012

Pedro Shimose nos ofrece su "ají de lenguas" para explicar la interferencia de modos idiomáticos que en Bolivia se están introduciendo en el lenguaje de cada día. fiel a su análisis encuentra aberraciones linguísticas en que incurrimos a menudo. Gracias Pedrito!

Intentan aimarizar nuestra ortografía castellana. ¿Por qué escribir ‘wawa’ si siempre hemos escrito ‘guagua’? Este fenómeno de confusión ortográfica se percibe en la prensa cruceña. Dentro de nada escribiremos ‘awa’ por ‘agua’; ‘parawas’ por ‘paraguas’, ‘Waporé’ por Guaporé y ‘Tawamanu’ por Tahuamanu. Los ortógrafos aimarizantes han adoptado la grafía inglesa ‘wa’, en su ánimo dizque descolonizador. Por justificar e institucionalizar su odio a España que les legó el alfabeto latino, se han entregado a otros colonialismos cuando utilizan la letra ‘k’ germánica por la ‘c’ en los fonemas ‘ca, co, cu’. Ejemplo: ‘Titikaka’ por Titicaca, ‘akulliku’ por acullico, etc.
“Mi decisión es irreversible”, dijo la empresaria al retirar su apoyo al Festival Iberoamericano de Cine (EL DEBER, 29/05/12). La empresaria confundió irreversible por irrevocable. ‘Irreversible’ es algo que no puede volver al estado o condición que tuvo antes. ‘Irrevocable’, en cambio, quiere decir que su decisión no puede ser reconsiderada. Irreversible es el pasado; irrevocable, la decisión de la empresaria.
“Mi mamá, años antes, ya había intentado suerte por esta cuna de tiranos (sic)” (PáginaSiete, 16/07/12). El articulista quiso decir: “Mi mamá, años antes, ya había tentado fortuna en esta cuna de la libertad y tumba de tiranos”. Se refería, claro es, a las vicisitudes de una buena mujer en la ciudad de La Paz.
“La fatiga y la pobreza ‘venció’ (sic) a los indígenas (de la IX marcha del Tipnis)” [El Día, 16/07/12]. Falla la concordancia. Debió haberse escrito: “La fatiga y la pobreza ‘vencieron’ a los indígenas”.
“La boleta del ‘onceavo’ (sic) censo de población que se realizará el miércoles 21 de noviembre” (ED, 03/08/12). Se dice ‘undécimo’, adjetivo ordinal. ‘Onceavo’ es adjetivo cardinal, referido a cada una de las once partes iguales en que se divide un todo. No es el caso del censo undécimo (número 11) que acaba de celebrarse.
“El jefe de Primero el Beni informó ‘de que’ (sic) esperan ‘que para’ (sic) el próximo fin de semana se tengan los resultados de la encuesta” [ED, 30/09/12]. Debería decirse: “El jefe de Primero el Beni informó que esperan, para el próximo fin de semana, los resultados de la encuesta”.
Que se hayan roto las relaciones familiares no debería justificar la ignorancia de los grados de parentesco. Es cada vez más corriente leer o escuchar decir: “El hermano de mi padre” en vez de “mi tío”. Por ejemplo: “Regresó X, hermano de mi padre (sic)” (ED, 22/09/12). O sea, “regresó X, mi tío”.
En el Día de la Tradición Cruceña se exhibió una pancarta en la que se leía el siguiente lema: “La libertad es del cruceño su identidad” (ED, 26/08/12). Se trata de un hipérbaton rebuscado para definir la personalidad del pueblo cruceño. Debió escribirse con más sencillez: “La libertad es la identidad del cruceño”. Y mejor aún: “La libertad es la identidad de los cruceños”, en plural, como identidad colectiva.
“Da miedo internarse ‘a’ (sic) ese bosque” (El Día, 22/09/12]. Es más correcto decir: “Da miedo internarse ‘en’ ese bosque”. Nada más por hoy. // Madrid, 23/11/

domingo, 4 de noviembre de 2012

podríamos haber publicado en Historia o en Política, lo hacemos en Literatura uno de los 3 tópicos que abarca Carlos Mesa en su última entrega.


Si hacemos una revisión del imaginario colectivo boliviano, veremos que el debate sobre la esencia misma de nuestra nacionalidad había sido propuesta en clave de mestizaje por casi todos nuestros grandes creadores e intelectuales.
El gran maestro de nuestra literatura-historia colonial, Bartolomé de Arzáns Orsúa y Vela, reflejó esa curiosa percepción americana del mundo frente a una realidad que había dejado definitivamente de ser un espejo de la metrópoli  para convertirse en una sociedad con una personalidad nueva y propia. Nació de un parto doloroso y traumático que dejaría en los hijos del gran Potosí una marca imperecedera que definió el contradictorio y a veces frustrante destino del ser nacional boliviano. Arzáns, está ya enajenado del occidente cristiano tal como se veía desde el horizonte severo del Escorial de Felipe II, como también de la nostalgia de un imperio que había sacrificado los pilares de su fuerza a la temeridad de los conquistadores. A partir de la Historia de la Villa Imperial descubrimos una nueva lógica teñida de occidente y de amerindia que definió el carácter de Charcas.
El segundo escalón es la propuesta de Nataniel Aguirre y su impresionante Juan de la Rosa. Los ojos del adolescente que mira la construcción de la patria. La patria como una entelequia en la que cabe el heroísmo, y en la que cabe una realidad que quiere desprenderse del yugo español, pero que razona desde la lengua y la cosmovisión hispánica. Juanito es a medias un criollo desde la una nueva realidad social, construida en la argamasa de 300 años en la que el mundo indio está en la trastienda. La sociedad de Juan de la Rosa no es integradora, pero responde a una visión mucho más universal de la nación que la que vendría inmediatamente después con el paradigma de las elites.
Gabriel René Moreno, el enciclopédico intelectual cruceño cuya mirada sobre Bolivia tuvo una profundidad que estremece, proponía la nación que conservadores y liberales intentaron construir montados en el pragmatismo económico y el ideal democrático europeo. La nación criolla que no podía, o mejor, no quería entender salvo para crecer a su costa, la evidencia de una mayoría indígena que impedía a Bolivia –aislada en la estremecedora dimensión de sus montañas y sus selvas– un proceso de migración y de inversión externa que “integrara” al país al occidente europeo como ocurrió en algunos países latinoamericanos.  
En el ínterin estuvieron Arguedas y Tamayo en la confrontación más profunda y esencial sobre el ser boliviano y nuestra identidad. Ambos incorporaron en la reflexión sobre el país a la mayoría de los bolivianos, un mundo andinocéntrico es cierto, pero clave por la indiscutible magnitud de su peso demográfico y cultural. Arguedas se enfrentó a sí mismo en Raza de Bronce y Pueblo Enfermo. Su mirada ácida e incluso irracional en la deconstrucción de los caracteres blanco, indio y mestizo de Pueblo Enfermo, se estrella contra la fuerza testimonial de sus indios en rebelión de su novela clásica. Se ve en Arguedas la nostalgia de los grandes levantamientos de Zárate Willca despojados de su contenido político. Pero lo trascendente fue la presencia dinámica y nueva, los indígenas capturaron el escenario y se instalaron como interlocutores imprescindibles del debate sobre nuestro destino común. Tamayo en cambio, hizo una reflexión equívoca, su posición radical contra los blancos y su fe en el mestizo (vía educación), encuentra un curioso y hoy inaceptable presupuesto sobre las capacidades intelectivas del indio. Se trata de una reformulación radical, integradora frente a la confrontación insoluble de la mirada arguediana.  
De allí en más, la idea de una síntesis expresada emblemáticamente en el mestizaje racial y cultural, se verá claramente en la obra de Céspedes y Cerruto. ¿Es un mestizo impotente y derrotado, o es, por el contrario, el ser capaz de construir el futuro?  Nuestra literatura del Chaco y la de Medinacelli, nos permite una nueva reflexión sobre esa construcción.  
Más allá de la recomposición de nuestro eje literario, la Revolución del 52 contestó al Estado liberal. La nación uniformizada por la lengua, la cultura y la unidad política se proclamó mestiza. Pero con la democracia, las naciones dentro de la nación precedidas por el paradigma “plurimulti”, se estrellaron contra esa visión y sus cargas ideológico-partidarias, de las que es imposible desprenderse. La afirmación subsiguiente fue la de las identidades específicas y la recuperación de la “otredad”. El gran proyecto de nación y la realidad de un mestizaje cultural, parecieron perder piso. Bolivia se construye hoy en un camino de doble vía, entre el crecimiento urbano explosivo y su inevitable unidad cultural fuertemente teñida de un pasado mixto desde 1535 y la pervivencia obstinada de etnias y núcleos culturales, que buscan demostrar que la identidad mestiza, imprescindible hoy, no es todavía suficiente para explicarnos a todos. La literatura del siglo XXI, por contraste, afirma la diferencia en el marco de la universalidad. Los autores de hoy, despojados del prejuicio ideológico, mestizos o no, vuelan sus propios cielos.