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viernes, 28 de enero de 2011

Jorge Siles Salinas político, diplomático e historiador se suma a la pléyade de personalidades que hablan de Joaquín Aguirre. Rememoranzas


    Con el extremado pesar que me produjo la noticia del fallecimiento reciente de Joaquín Aguirre Lavayén, vinieron a mi memoria momentos vividos hace 22 años en una expedición en que participamos juntos al navegar por la Hidrovía (Paraná-Paraguay) en la que puso un empeño tan valeroso para hacer del puerto creado por él respondiendo al noble propósito de afirmar la navegación boliviana en la Cuenca del Plata.

    La dolorosa noticia me permite evocar un acontecimiento de la vida internacional de Bolivia, que tuvo lugar entre Santa Cruz, Puerto Aguirre, Asunción y Montevideo, en febrero de 1989, cuando me cupo desempeñar las funciones de embajador de Bolivia en Uruguay. El caso al que hago referencia fue una expedición de empresarios cruceños –en la que tuve la buena fortuna de participar- organizada principalmente por Joaquín Aguirre, Isaac Maidana (por entonces alto funcionario de Aladi) y por José Luis Camacho, presidente de la Cámara de Comercio de Santa Cruz.

    Fueron unos 30 los hombres y mujeres de empresa de dicha ciudad los que tomaron parte en esta travesía a la que se dio el nombre de “Viaje de la Integración”, realizada en la motonave paraguaya “Presidente Carlos Antonio López”, construida en los astilleros españoles de El Ferrol, gemelo de otro destinado igualmente al turismo por la cuenca del Plata. Dotadas ambas embarcaciones de todos los adelantos –radar, aire acondicionado, camarotes y comedores de lujo- cubrían la distancia entre Corumbá y Asunción en tres días, gracias al radar, que permitía la navegación nocturna.

    El objetivo determinante de esta expedición fue el de asignar el más alto significado a la vinculación de los puertos ribereños de Brasil, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Argentina en lo que ya a partir de esas fechas se dio en llamar la “Hidrovía Paraná-Paraguay-Río de la Plata”, con una extensión de más de 3.000 km desde Puerto Cáceres, aguas arriba de Corumbá, hasta la desembocadura atlántica en Buenos Aires.

    Se trataba, pues, de cumplir una misión política, diplomática, comercial, en el marco de lo que ya iba fraguándose como el Mercosur. Ante todo estaba, naturalmente, el interés de Bolivia de proyectarse como país de la cuenca del Plata, con puerto propio en las aguas del canal Tamengo, frente a Corumbá y con la costa de Puerto Busch, abierta, en este último caso, a grandes perspectivas.

    Nada de lo que por entonces sucedió habría sido posible sin el fervor patriótico de Joaquín Aguirre, el fundador del puerto y la empresa de Puerto Aguirre. Daba gusto, cuando se iban cumpliendo las etapas del viaje –en Asunción y en Montevideo- percibir el enorme prestigio, la notoriedad simpática con que era recibido en todas partes ese ejemplar hombre de empresa boliviano. Para mí fue particularmente enaltecedor viajar en compañía de Aguirre Lavayén en esas circunstancias que siempre recordaré, en lo poco que me cabía, como un logro y un momento culminante de mi tarea diplomática en el Uruguay, país tan entrañablemente próximo al nuestro en toda forma de comprensión y solidaridad.

    Quedan muy grabados en mi memoria los momentos en que hice compañía a Joaquín en aquel inolvidable febrero de 1989. Después de dar a conocer a mi Gobierno la programación y objetivos del “Viaje de la Integración”, salí de Montevideo a Santa Cruz en vuelo del LAB, haciendo desde allí el viaje por tren, junto con Aguirre, hasta Puerto Suárez y Puerto Aguirre. En el camino, me era grato apreciar los sembradíos de soya, que él me señalaba como la mayor esperanza para el porvenir de Bolivia. En el puerto boliviano sobre el canal nos esperaba la gente cruceña que haría el viaje por la hidrovía. En el ambiente se palpaba una nota de entusiasmo y regocijo, cosa que también advertimos en Corumbá, hasta donde nos llevó una lancha de nuestra Armada. El viaje por el bellísimo Pantanal dio ocasión para que efectuáramos reuniones de trabajo, adecuadamente previstas, sobre temas del comercio, del transporte fluvial, de los acuerdos entre los países unidos por el río. Asunción fue una escala capital de la travesía. Hubo allí, para los bolivianos, una recepción tan cálida como la que recibiríamos en Montevideo, a donde me trasladé por avión a fin de preparar la llegada de los expedicionarios a Montevideo y Nueva Palmira.

    Apunto estos recuerdos para unirme al homenaje que Bolivia rinde a este adelantado del progreso y de la integración nacional e internacional que fue Joaquín Aguirre. Tengo presente al escribir esta nota los temas de conversación en que nos entreteníamos Joaquín y yo mismo al considerar las grandes posibilidades de acceso a las vías marítimas que nos ofrece la Cuenca del Plata, gracias a la conexión fluvial referida, en tanto la salida soberana por la otra ruta –la del Pacífico- en la que Bolivia se ha empeñado infructuosamente, nos ha sido negada, pese a los empeños realizados por más de una centuria.